Carmen es de las pocas chicas del cable que quedan en San Martín de Valdeiglesias. Con tan solo 8 años se adentró en el oficio porque su tía era la encargada de la telefónica. “Por aquel entonces solo la gente con dinero tenía teléfono”, ha resaltado.
Ser telefonista era un trabajo exclusivamente femenino que permitió a muchas mujeres incorporarse al mundo laboral. “Era muy bonito. Todos los pueblos de alrededor venían a San Martín para contactar. Yo me encargaba de conectar clavijas y conectaba a la gente”, ha explicado.
A sus 84 años, guarda grandes recuerdos de su trabajo: “Alguna vez se nos escapaba alguna risilla, pero teníamos prohibidísimo escuchar conversaciones”, ha dicho.
A día de hoy, Carmen disfruta de su gran pasión: la jota. “Mi hermana y yo fundamos hace 40 años el grupo de jotas y recuperamos canciones y trajes. Ahora, en el grupo, somos más de 40”, ha compartido.