Tras la guerra de los Tres Reyes, Abu Abdalá dejó un hijo huérfano: Muley Xeque, nuestro Príncipe Negro. Era el verdadero heredero legítimo del trono de Marruecos, así que Felipe II se lo trajo a la Corte para intentar recuperar terrenos en el norte de África. Su llegada a Madrid fue todo un acontecimiento de la época y participó en la vida bohemia del Siglo de Oro.