Pisos turísticos, fiestas y molestias vecinales. ¿Un trío inseparable?
Los pisos turísticos en Madrid se han multiplicado, convirtiéndose, incluso durante la pandemia, en el foco de fiestas
Este lunes a las 22:30 h, La comunidad nos descubre los problemas que sufren los vecinos que viven junto a los pisos turísticos
JUAN SOLA
En Madrid la fiesta no acaba a las once de la noche. Ni lo hace ahora ni lo hizo durante el estado de alarma. Durante aquellos meses, esa hora lo único que marcaba era el inicio del toque de queda, un término que poco parecía importar a miles de jóvenes, y no tan jóvenes, que siguieron planificando sus fiestas al margen de las restricciones.
Y es que, aunque las restricciones por la pandemia no dejaron de sufrir modificaciones en el territorio madrileño desde octubre hasta el fin del estado de alarma en mayo, bien ampliando bien suavizando las medidas dependiendo de la incidencia del virus, el incumplimiento de las normas una vez pasado el toque de queda se convirtió en la tónica general.
Poco importaba que fuera legal o no (ya no hablemos del componente ético), pero la fatiga por la pandemia y la facilidad para organizar y montar una fiesta convirtieron a Madrid en un punto de encuentro para los “fiesteros”, que acudieron a la llamada, tanto desde España como de otros países. Una llamada que les hablaba de una diversión que se olvidaba de las molestias y de los peligros que podían causar a los demás.
Fiestas ilegales durante la pandemia
La Policía Municipal de Madrid tuvo que intervenir en más de 5.200 fiestas ilegales en el periodo comprendido entre el 25 de octubre (el inicio del segundo estado de alarma) y comienzos de febrero, momento en el que la tercera ola de contagios alcanzaba su pico máximo y dejaba tras de sí más 10.000 muertes.
Estas fiestas privadas se celebraban, mayoritariamente, en domicilios y locales de ocio. Fiestas en las que los participantes se olvidaban de las mascarillas, de las medidas de seguridad frente al Covid-19 y, por supuesto, del número máximo de personas permitido.
De hecho, según datos facilitados por fuentes del Área de Seguridad y Emergencias del Ayuntamiento de Madrid, desde el inicio del estado de alarma hasta finales de enero, la Policía Municipal interpuso más de 6.300 denuncias por consumo de alcohol en vía pública, más de 11.000 a ciudadanos por no usar mascarilla, más de 6.400 a personas por agruparse más de seis (el máximo permitido) y más de 17.000 por estar en la vía pública una vez pasado el toque de queda.
Para hacernos una idea de la gran cantidad de “celebraciones” que tuvieron lugar durante los primeros compases del 2021 (año en el que todos íbamos a salir mejores personas y como una sociedad unida), solo en un fin de semana llegaron a desmantelarse casi 400 fiestas ilegales.
Y la situación no es que mejorara desde entonces: en los tres meses siguientes del estado de alarma, las autoridades tuvieron que intervenir en más de 4.000 fiestas no permitidas. Solo en semana santa se llegaron a organizar hasta 100 fiestas al día, mientras que, en abril, ya muy cerca del término del estado de alarma, aunque no del fin de los contagios, la policía llegó a intervenir en más de 350 fiestas en un solo din de semana.
Viviendas de uso turístico: un foco de fiestas
Si bien es cierto que la mayoría de las fiestas ilegales se celebraron en casas particulares, los pisos turísticos también supusieron un importante foco de fiestas ilegales durante el estado de alarma. Y ya no solo durante los meses de restricciones, sino que estas viviendas, más allá de ser alojamientos en las que poder pasar unos días de vacaciones, se han convertido en núcleos de constantes fiestas.
El número de estas viviendas vacacionales no ha hecho más que crecer en los últimos años, con especial fuerza en las grandes ciudades como Madrid. Si en el año 2016 había 2.191 viviendas de uso turístico en Madrid, en 2019 el número creció hasta las 11.756. Un aumento del 437 % en tan solo tres años.
Zonas como el centro de Madrid son las que más pisos turísticos aglutinan: un punto neurálgico de la capital y un lugar muy concurrido tanto por turistas como por los propios madrileños. Precisamente en este distrito Centro (que se organizan en seis barrios: Sol, Universidad, Justicia, Cortes, Embajadores y Palacio) viven unas 150.000 personas, a las que hay que sumar miles de turistas diarios.
De hecho, la zona central de la capital acapara más de la mitad de las viviendas de uso turístico que existen en la capital madrileña. Aquí podemos encontrar manzanas en barrios como La Latina en las que la proporción es de una vivienda turística por cada cuatro residencias.
En marzo de 2019 el Ayuntamiento de Madrid aprobó un plan especial para regular el uso de los pisos turísticos. Un plan que trataba de normalizar una actividad económica de la que, tanto las administraciones como las fuerzas políticas, desconocían el número real de viviendas de uso turístico en Madrid.
Y es que, a pesar de todos los datos anteriores, es muy difícil conocer con exactitud el número de este tipo de viviendas. De hecho, ni el Ayuntamiento ni la Comunidad son capaces de proporcionar una cifra exacta (solo aproximaciones). Esto se debe principalmente a dos factores: la débil regularización de esta actividad económica y el gran número de pisos sin licencia que actúan ilegalmente.
Un problema para los vecinos
La mayor concienciación pública y política sobre el sector de las viviendas de uso turístico se vio reflejada en el desarrollo de normativas locales para que estas se enmarcaran en la ley. Como resultado, la mayor restricción para la aprobación de este tipo de pisos provocó que en 2020 el número de viviendas turísticas disminuyera en España por primera vez.
Este descenso con el que comenzó el año se vio impulsado a lo largo de los meses como consecuencia directa de la pandemia y la ausencia de turistas y viajes. Durante este periodo, el 40 % de los pisos turísticos pasaron a ser de alquiler residencial, según la Federación Española de Asociaciones de Viviendas y Apartamentos Turísticos (Fevitur).
Ahora, tras el parón por la pandemia, los pisos turísticos vuelven a reinar en Madrid. Una situación nada alentadora para infinidad de vecinos que ven como los inquilinos, y las fiestas que traen consigo, regresan al lado de sus casas.
Escándalo, ruido, gritos… Y todo ellos a altas horas de la noche. Este es el problema al que se enfrentan los vecinos que comparten edificio, calle o patio con alguna de estas fiestas.
¿Qué pueden los vecinos para hacer frente a un negocio que mueve más de 300 millones de euros al año? ¿Existe alguna solución? ¿Es más importante el factor económico que el bienestar de las personas? Lo que queda claro es que a algunos solo les importa su propio beneficio y su diversión. Y si le molesta a alguien, pues que mire para otro lado y listo.