La estrella masculina más apuesta de los 70' es un ladrón: 'El ladrón que vino a cenar'
Al divertido director Bud Yorkin, antes de que se encaminara hacia la ciencia ficción, le encargaron en 1973 que continuara la tradición de las películas de mangantes de guante blanco que tantas alegrías de han dado al cine en las taquillas de todo el mundo. Con indudable regusto a comedia clásica realizó 'El ladrón que vino a cenar' con dos de las estrellas más sólidas del momento.
Ryan O´Neal el elegante delincuente de finos dedos y Jacqueline Bisset su novia y ayudante. Warren Oates el detective que les sigue los pasos y se queda hablando solo cuando descubre las claves ajedrecísticas que deja como firma el ladrón que vino a cenar y que pueden acabar descubriendo su identidad.
Aquí todo el mundo roba. Se roban joyas, se roban piezas de ajedrez y hasta se le roban las ganas de trabajar al pobre investigador del seguro, que cuando mira a la derecha se la cuelan por la izquierda y viceversa. El culpable es este imponente caballero, de nombre Webster McGee. Un tipo con mucha suerte y con algún as en la manga con el don de la oportunidad. Y es que tras abandonar a su mujer y dejar su empleo cómo programador informático, la diosa fortuna le sonreirá al hacer que encuentre lo mismo de lo que había huido, solo que esta vez ambas cosas serán dignas de sus mejores sueños.
Este portento rubio de ojos azules y sonrisa de no haber roto un plato es el mejor ladrón de guante blanco del orbe conocido. Su astucia para el crimen solo es comparable con su pericia ajedrecista. Todo un maestro de la estrategia que dará más de un dolor de cabeza a policías, agentes de aseguradoras e incluso expertos en el deporte que se practica ante un tablero de cuadraditos.
Bud Yorkin es más conocido por sus incursiones en el mundo de la ciencia ficción; en concreto es culpable de haber ayudado a dar a luz clásicos imperecederos como ‘Blade Runner’; de hecho tras una larga carrera como director y productor, falleció en 2015 a los casi 90, tras haber finalizado su trabajo en la secuela del filme por el que será siempre recordado: ‘Blade Runner 2049’. Con buen ojo para los negocios, al adaptar la novela en que se basa la de esta noche, se tomó unas cuantas licencias, como cambiar completamente el aspecto físico del saqueador para que el papel le sentara como un guante – blanco, por supuesto – a la estrella masculina más apuesta de los 70, con permiso de Robert Redford.
-Todas las cosas que te he dicho,.. La manera de portarme contigo… Lo siento.
- El amor significa no tener que decir nunca “lo siento”.
- ¡Es lo más tonto que he oído en mi vida!
Este parlamento es el que convirtió a Ryan O´Neal en una estrella de la noche a la mañana.
Tal cursilería se la decía Ali McGraw, su compañera de historia de amor en aquel taquillazo de principios de los setenta así titulado - 'Love story'- al que el tiempo no ha tratado demasiado bien. Pese a su indudable buena percha, a algunos éxitos destacados y al espaldarazo que le dio a su prestigio que Kubrick le eligiera para protagonizar Barry Lyndon, su estrella dejó de brillar con rapidez. Dicen que parte de la culpa la tuvo su emparejamiento con el más bello ángel de Charlie, la explosiva Farrah Fawcett, a la que pese a su estatus como icono nadie se tomaba demasiado en serio en la industria del cine. Es perfecto candidato para una rentré de lujo, de esas que tanto gustan en Hollywood, cada poco tiempo.
A Jacqueline Bisset le dimos la bienvenida en 'Dos en la carretera' siendo veinteañera en lo que, en realidad no fue más que el preludio de una de los ascensos al estrellato más vertiginosos que se recuerdan. Tras medirse con un Sinatra con muy malas pulgas, que hubiera querido que su papel lo interpretara la que era entonces su esposa Mia Farrow, llegó a sus brazos el investigador más carismático de la década, de apellido 'Bullit'. Fue una de las elegantes pasajeras de aquel Orient Express en el que a veces se veían muertos y rápidamente dejó huella en el cine de catástrofes – nunca hubo azafata más valiente -, y en el de aventuras y acción y catástrofes, consiguiendo legión de seguidores gracias a apariciones con decidido encanto. Pero, a la vez, se labró un prestigio a prueba de bomba interpretando a una estrella fascinada por 'La noche americana', en la que las noche es día a las órdenes de Truffaut, a una escritora rica en ingenio pero pobre en amores en el testamento de George Cukor y al objeto de deseo para un maduro diplomático perdido en sus recuerdos para John Huston. Acaba de celebrar su personaje número 100 puesto que continúa en activo. Señal inequívoca de que tras tanta excelencia física se escondía además un gran talento, quizá no aprovechado del todo.
Dos secundarios de altura se hicieron con papeles de peso en el filme: Warren Oates, viejo conocido procedente de la pradera (o del desierto) para el que le vino al pelo su acento sureño, interpretar al perito diligente, implacable y sobre todo obstinado. Actor de carácter que rodó casi hasta la extenuación, terminó de forjar una carrera envidiable en las dos primeras cintas del mudable Terrence Malik. El acelerado ritmo de trabajo pudo tener que ver con su fallecimiento a la prematura edad de 53 años.
Jill Clayburgh procedente de Broadway, daba sus primeros pasos en el cine, y logró tanta firmeza rápidamente que no tardó en estar nominada a la estatuilla más anhelada en dos ocasiones seguidas. La primera en 1978 como una ‘Una mujer descasada’, liberada y decidida a luchar por su sexualidad, y la segunda cuando ‘comenzó de nuevo’ al ser la nueva compañera sentimental de Burt Reynolds. Su buena racha corrió codo con codo con el que fuera su pareja durante 5 años, Al Pacino, en aquellos días en los que filmaba sus primeras apariciones en 'El padrino'. La actriz también falleció joven: en 2010, a los 66 años.
Nos sirve hoy esta película para homenajear al gran músico Henry Mancini, 17 veces candidato al Oscar y ganador en cuatro ocasiones. Consiguió dos por 'Desayuno con diamantes', por supuesto el correspondiente a la mejor canción 'Moonriver', y otros dos por 'Víctor o Victoria' y 'Días de vino y rosas'. Ganador 20 veces del Grammy, sus composiciones – recordemos 'Charada' o el tema central de 'La pantera rosa', fueron distintivo de las grandes producciones de los sesenta y 70.
Pues con buena música para una muy entretenida comedia de intriga os dejamos, seguros de que estáis en buenas manos.