José María Navarro es la cuarta generación de Broncista Navarro. Su bisabuelo se vino a Madrid en 1875 y abrió el taller de broncista niquelador en la calle Casto de Plasencia. Durante la Guerra Civil, una bomba destruyó el establecimiento y la familia tuvo que escapar entre los escombros.
A pesar de las dificultades, en 1939 reabrieron en el número 51 de la calle Madera continuando así con la tradición familiar. José María Navarro se unió al negocio con 22 años siguiendo los pasos de su padre.
"Este oficio consiste en la restauración de antigüedades. También nos dedicamos a la reproducción de herrajes, de muebles antiguos en cosas que falten. Mi especialidad es la restauración de camas y lámparas".
Los metales que emplea para ello son el latón, el bronce y el hierro fundido y toda la maquinaria que utiliza es la de entonces, la misma que usaba su bisabuelo. "Aquí hemos estado puliendo mi padre y yo".
José María asegura sentir una satisfacción plena trabajando aquí. "Además es que me gusta, no es que diga que me han obligado a venir porque yo empecé una cerrera, periodismo, cámara en concreto, pero me decidí por esto más". Un relevo generacional que ha hecho que este negocio siga hacia delante. "Conmigo sigue, pero ya por desgracia conmigo termina".
Un trabajo minucioso de manera completamente artesanal y que, por supuesto, se necesita en nuestro país. "Es un oficio que no se tiene que perder. Tenemos muchos objetos de arte y eso hay que restaurarlo. Nos estamos volviendo como los americanos: comprar, usar y tirar; concretamente en España, que tenemos historia porque tendemos a conservar las cosas".
Su rincón favorito del taller es una zona donde guarda todas las herramientas que hizo su bisabuelo, el fundador. Unos artilugios ya en desuso, pero que los conserva de exposición con mucho cariño. Ojalá José María encuentre un relevo que siga manteniendo viva la llama de este negocio centenario.