Pascual dirige Lhardy desde que hace año y medio cambió de manos. El dueño de Pescaderías Coruñesas pasó de proveedor a propietario para que este clásico volviera a su esencia. Una comida en este restaurante nos permite evocar al mundo señorial mientras disfrutamos de la mejor gastronomía.
Lhardy cuenta con más de 180 años de historia y, gracias a su tan bien conservada permanencia, podemos viajar al pasado del cortesano y aristocrático Madrid del siglo XIX. Este ya famoso restaurante entra en su tercer siglo de existencia en la misma casa de la Carrera de San Jerónimo, donde abrió sus puertas en el año 1839.
Cabe destacar que mucha de la maquinaria y utensilios que utilizan son centenarios. "Los mostramos aquí en el escaparate y trabajamos con ellos", nos cuenta Pascual. Lhardy fue el primer establecimiento público que tuvo luz por gas y, en la actualidad, conservan las lámparas originales.
Gran parte de la historia de España se ha tramado entre la elegancia de estas paredes, bajo sus lámparas que evocan la etiqueta y solemnidad del romanticismo, y en torno a sus manteles que continúan subrayando los más delicados refinamientos gastronómicos.
Sin lugar a dudas, además de un restaurante con una exquisita gastronomía, Lhardy nos ofrece todo un museo de obras de arte con sus paredes, salón señorial y cubertería de plata de aquel entonces, además del primer teléfono público que hubo en España, uno de los lugares favoritos por el cliente para fotografiarse.
Su tradicional croquetero, una pieza de 1837, lo renuevan cada diez minutos y preparan semanalmente entre 500 y 1.000 litros del típico consomé, que había congregado en otro tiempo a las damas elegantes, acompañado de una copita de tokay.
Ricardo Vélez ya trabajó en Lhardy hace, nada más y nada menos que, 22 años y ha vuelto a estas cuatro paredes incorporando también alguna que otra novedad con varios dulces para chuparse los dedos.