Se trata de uno de los postres más pedidos en restaurantes y en tiendas de repostería. La tarta de queso es la protagonista en muchas cartas, con infinitas formas y sabores. Hoy, ACYRE ha encontrado la mejor de Madrid.
Con motivo al Día Internacional de la Tarta de Queso, 30 de julio, la Asociación de Cocineros y Reposteros ha organizado este certamen, por tercer año consecutivo, para que los madrileños podamos disfrutar de la mejor, en el Centro de Innovación Gastronómica.
Al certamen se han presentado con sus recetas 25 participantes, de los cuales solo 12 han llegado a la final del concurso cumpliendo las bases de incluir entre los ingredientes obligatorios mínimo un queso con la M de Producto Certificado, la marca que garantiza el origen y la calidad de los Alimentos de Madrid, y la utilización de un producto más también con el certificado M de Madrid Calidad.
El jurado ha estado formado por diversas personalidades del ámbito gastronómico. "Tenemos que valorar la calidad en la elaboración, la calidad también en la presentación y, sobre todo lo que más pondera en esta fase, el sabor".
Finalmente, la tarta elegida por el jurado como la mejor de Madrid ha sido la de Carlos Sierra de Poncelet, en la cual ha empleado leche de la Vega de San Martín y queso fresco también de la Vega de San Martín.
Día Internacional de la Tarta de Queso
La tarta de queso no ha parado de popularizarse a nivel mundial y no existe restaurante o pastelería que no elabore su propia versión. Este postre data de la Antigua Grecia, 4.000 años antes de la era actual, cuando era llamado pastel de queso.
En el año 776 a.C. se consideraba fuente de energía y fue el alimento de los primeros atletas de los Juegos Olímpicos. La primera vez que apareció una receta fue en el año 230 d.C. gracias al escritor Ateneo con una descripción muy sencilla: triturar el queso y calentarlo en un cuenco de cobre con miel.
Cuando Grecia fue conquistada por los romanos, la tarta de queso se convirtió en un motín de guerra, aunque la versionaron añadiéndole huevo y horneándola entre ladrillos muy calientes. Entonces, tomó el nombre de libuma.
Gracias a la expansión del Imperio Romano llegó a Europa. Y es en el siglo XVIII, con la llegada de los colonos al Nuevo Mundo, cuando empieza a parecerse a la tarta de queso que conocemos hoy y a la que pocos paladares se resisten.