Amanecía con niebla en El Atazar, donde un rebaño de cabras esperaba a un padre y a su hijo, Javier y Javi, con un hambre voraz y una misión: evitar el crecimiento desmedido de la vegetación y prevenir así incendios forestales.
"Yo ayudo a mi hijo con toda la logística durante estos días de trashumancia y él pueda llegar al final de cada etapa sin ningún problema. Llevamos casi 85 madres y sus crías". La trashumancia se lleva a cabo dos veces al año, donde se pasa el invierno y donde se descansa en verano.
Pero esta además tiene un objetivo doble. "Además de buscar los mejores pastos, lo que se hace es la prevención de incendios. Nos trasladamos a zonas donde se nos requiere porque se necesita que se reduzca la biomasa en los cortafuegos para que no haya incendios durante verano".
Antes de la inauguración de la presa, antiguamente todas las familias tenían rebaños de cabras en el pueblo, llegando a contarse más de 4.000 cabezas entre todos los atajos. Esta actividad fue abandonándose por otros oficios hasta su desaparición en la década de los años 80.
Ahora, gracias a un convenio entre el Ayuntamiento, TRAGSATEC y jóvenes ganaderos, los rebaños de cabras vuelven a pastar en El Atazar. "Se había dejado de practicar la trashumancia dentro de la Comunidad y nosotros la estamos recuperando".
En este caso, Javi hace posible que esta práctica continúe generación tras generación. A sus 22 años compagina los estudios de psicología con el pastoreo. "El trabajo siempre está cuando hay luz por el día. Luego ya por la tarde, por la noche, puedes sacar tiempo para los estudios".
Una trashumancia de ganado caprino que durará cinco días y que podremos seguir en su Instagram @como.cabras. Día tras día y "a paso de cabra", padre e hijo cumplen con el refrán de que los incendios del verano se apagan en invierno.