La historia de del Boston Clover empezó por casualidad. Juan Marqués había jugado durante toda su vida al baloncesto pero cuando se mudó a Pinto descubrió que no había ni gente ni instalaciones para compartir su afición.
Un día paseando a su perro se encontró con Paco y juntos pusieron en marcha Boston Clover, al que se ha ido sumando gente hasta llegar a lo que son ahora: un equipo unido y competitivo.
Un equipo muy variado
Un policía, un médico, un estudiante… las profesiones no son lo único variado que tiene este club. Aquí no importa ni la edad ni los intereses de cada uno, lo que importa son las ganas y el compromiso. Como cuentan, la cancha de baloncesto es su espacio de dispersión, allí han encontrado un lugar en el que desconectar y crear nuevos vínculos de afectivos.
Fernando Tejada, estudiante de Ingeniería Telemática, afirma que a pesar de que son personas con las que a primera vista no tiene “cosas en común”, jugar con ellos al baloncesto le ha dado la oportunidad de “conocerles, saber como son y aprender de ellos”.
“Respeto”, “compañerismo”, “camaradería”… Estos son algunos de los valores con lo que se identifican estos pinteños, que intentan impregnar cada terreno de juego su buen rollo.