Inventos que nacieron en Madrid y tal vez desconocías
De las patatas bravas al laringoscopio, un recorrido por los mejores inventos 'made in Madrid'
Estefanía Esteban
Sabemos que las patatas bravas son una tapa bien castiza, aunque el bar donde comenzaron a servirse, sigue siendo todo un misterio. Y es que precisamente a los madrileños les gusta inventar, crear, pero muchas veces no terminan de quedarse con el reconocimiento.
Daremos un repaso a aquellos inventos que nacieron en Madrid. Algunos de ellos, fueron el 'embrión' para un posterior perfeccionamiento en otros lugares. Pero todos sabemos que el embrión, la idea, es el comienzo de todo...
Los pioneros del correo electrónico
Parece increíble que un intento de comunicación que por entonces se consideraba 'algo estrafalario', se considerara más tarde como el inicio del que se ha instaurado como el correo del presente. Atrás quedaron las cartas escritas a mano y el matasellos. Ahora todos nos comunicamos por correo electrónico. Pero, ¿sabías que los precursores son de principios del siglo XX y que las primeras pruebas se hicieron en Madrid?
El objetivo del experimento era repartir correspondencia utilizando la electricidad, consiguiendo que tardara menos que un telégrafo. Para ello, el catalán Ramón Gabarró, realizó una serie de pruebas en el madrileño barrio de Prosperidad, que por entonces se encontraba en el extrarradio. Creó una pequeña cabina poligonal con capacidad para mil cartas y utilizó los tendidos eléctricos del ferrocarril. Su cápsula podía viajar a más de 300 kilómetros por hora (algo inaudito en aquella época).
Posteriormente, quiso probar su invento aprovechando el tendido eléctrico que había entre Madrid y Aranjuez (hablamos del año 1900). Pero no pudo conseguir los permisos y su invento quedó ahí, en punto muerto. Como en muchas otras ocasiones, su invento fue 'copiado' poco después por otros europeos que se llevaron la gloria. El italiano Pispicelli Laeggi consiguió (solo un par de años después) que el gobierno de su país le dejara instalar el invento del catalán combinado con algunas mejoras, entre Nápoles y Roma.
El barítono que creó el laringoscopio
Conocido como Manuel García, su nombre verdadero era Manuel Vicente Patricio Rodríguez Sitches. Fue un barítono madrileño del siglo XIX obsesionado con estudiar y proteger la voz. Para ello se dedicó durante mucho tiempo a estudiar la laringe y posteriormente creó un rudimentario laringoscopio, un instrumento que se utiliza para observar la glotis y las cuerdas vocales. Por entonces, el cantante usó un espejo de dentista para observar los cambios en las cuerdas vocales durante el canto.
Estos estudios le hicieron merecedor de numerosos reconocimientos internacionales, y la consideración del precursor del actual laringoscopio.
Las calculadoras científicas, el teleférico y el puntero láser
Aunque existen muchos nombres relacionados con la invención de la calculadora, a Leonardo Torres Quevedo se le reconoce el mérito de ser la primera persona en construir una máquina para resolver una ecuación de segundo grado con coeficientes complejos. Una máquina que fue la precursora de la calculadora científica o algebraica y que hoy se conserva en el Museo de Ingenieros de Caminos de la Universidad Politécnica de Madrid.
Pero este cántabro afincado en Madrid era un gran inventor y sus aportaciones no quedaron ahí. No solo inventó nuevos dirigibles, sino que también creó el primer transbordador para el transporte público de personas, precursor del Teleférico.
Entre sus muchos otros inventos, el boletín de Patentes de la época recoge su patente del famosos puntero láser.
El rey de los pasatiempos 'madrileños'
¿Alguna vez intentaste resolver un 'oconograma'? Es un jeroglífico con una sola imagen o palabra. Pues su inventor fue un madrileño apasionado por los crucigramas y pasatiempos. Tanto, que creó su propia marca y sus propios pasatiempos. Hablamos de Pedro Ocón de Oro. No solo se le considera el inventor del oconograma, sino también del cuadrograma (que combina dibujo y alguna palabra) y de la 'sopa de letras'. Y fue el primero también en presentar en España un crucigrama en blanco.
Pedro Ocón de Oro dirigió hasta cuatro publicaciones de pasatiempos, y es imposible no encontrar algunas de sus creaciones en los kioscos madrileños.
El primer traje de inmersión
Jerónimo de Ayanz y Beaumont, navarro con residencia en Madrid, logró crear el que se considera el primer traje de inmersión para los submarinistas. También patentó molinos hidráulicos y eólicos y alguna máquina de vapor. Y hablamos del siglo XVI-XVII. Todo un prodigio entre los inventores, que cuenta con medio centenar de patentes.
En realidad este hombre fue un militar, pero su capacidad polifacética se decantó más adelante por la de inventor. Y consiguió prototipos y patentes en todos los campos inimaginables: desde la primera máquina de vapor reconocida, hasta instrumentos para la metalurgia, un sistema de ventilación para la minería o el desarrollo de los molinos de viento. Y sí, también llegó a patentar un traje de inmersión que probó en el Pisuerga (Valladolid) en 1962.
Está considerado como el primer traje de buceo (documentado), y fue un acontecimiento tan importante, que hasta el mismo rey, Felipe II, acudió a la presentación (aunque no se nos escapa que en realidad el primer prototipo de traje de inmersión se lo debemos al gran Leonardo da Vinci, en 1485).