La Gran Vía luce aceras nuevas y sus tradicionales quioscos tienen que hacerse a un lado para no quedarse en mitad de la calzada. Su traslado es una tarea que no está exenta de riesgos, aunque apenas haya que desplazarlos unos pocos metros. Los más grandes alcanzan las 8 toneladas de peso, que los operarios empujan con ayuda de una potente grúa en una maniobra donde la coordinación ha de ser perfecta.