Dos semanas muy intensas, una campaña atípica, con la Semana Santa en medio. La irrupción de Vox ha condicionado las estrategias de los partidos. Los posibles bloques y pactos hacen que se vote con la calculadora en la mano. Los dos debates sucesivos pueden haber sido cruciales para convencer a los indecisos. siempre se dice que es la campaña mas reñida. Pero esta desde luego ha sido de las más atípica. Con los dos lados del espectro ideológicos revueltos.
Por una vez, las tensiones no estaban en el PSOE. Con el líder de Unidas Podemos, Pablo Iglesias recién incorporado de su baja por paternidad. La pugna más intensa ha surgido enre PP y Ciudadanos. Rivera, fichando a diestra y siniestra pero, sobre todo, en los caladeros del PP; el último, el que fuera presidente de la Comunidad de Madrid, Ángel Garrido.
Una campaña en la que se ha apelado sobre todo al voto indeciso, que según los sondeos, supera el 40%. También ha habido pelea por el liderazgo en el espectro político de la derecha, con el fantasma de Vox asomando entre bambalinas.
El voto útil ha sido la obsesión constante de todos los partidos, especialmente de Pablo Casado, el líder del PP. Los debates han sido muy convulsos, condicionados en gran medida por la ausencia o presencia de Vox. Cuando la Junta Electoral vetó la presencia de Santiago Abascal en Atresmedia, Sánchez eligió la cadena pública. Entonces estalló la polémica y la solución fue organizar dos debates, en dos días consecutivos. Algo nunca visto en la historia de la democracia española. Dos semanas de alta intensidad política.