El Deportivo, con su victoria ante el Huesca (2-1), ha logrado este lunes regresar a la elite del fútbol nacional un año y seis días después de haber descendido a Segunda División. Las lágrimas de tristeza de aquel 21 de mayo de 2011, en el que el Deportivo, que dependía de sí mismo y durante muchos minutos estuvo a solo un gol de la permanencia, acabó descendiendo con una puntuación récord en Primera (43 puntos), son ahora de alegría.
Es el llanto de la felicidad, del retorno a la elite de un equipo que hizo historia en Primera División tras su último ascenso (en 1991) y que bajó al infierno después de haber conquistado una Liga, dos Copas del Rey, tres Supercopas y haber firmado gestas en la Liga de Campeones, en la que llegó a semifinales en la temporada 2003-04.
Con aquel golpe en la máxima competición continental inició el declive, empezó a plantearse la permanencia como objetivo principal, con tímidas incursiones en Europa, hizo caja con sus mejores futbolistas para rebajar su deuda, jugó con fuego y se acabó quemando en la cuarta temporada de Miguel Ángel Lotina en el banquillo.
Se fue el técnico vasco, abandonaron el barco jugadores como Adrián López, Alberto Lopo o Juan Rodríguez, pero se quedaron otros que querían sacarse como fuera la espina que les había quedado clavada con el descenso después de veinte temporadas en Primera, como Juan Carlos Valerón, y tampoco perdió al jugador número 12, la afición.
El Deportivo tiene esta campaña más socios que en Primera, supera los 25.500, más de 9.000 son nuevas altas, y Riazor ha pasado de 15.000 aficionados en Primera a una media que está por encima de los 28.000.
El presidente, Augusto César Lendoiro, apostó por un proyecto ganador, convenció para quedarse a Dani Aranzubia, que había sido el tercer mejor portero de la Liga la temporada del descenso, no malvendió al mexicano Andrés Guardado pese a saber que era su última oportunidad para traspasarle (queda libre en junio) y recurrió al representante portugués Jorge Mendes, con el que tiene amistad, para que le echara una mano.
Para el banquillo, eligió a José Luis Oltra, que llegó con el aval de haber subido al Tenerife, pero con un fracaso reciente al no haber podido salvar al Almería, que le había contratado en noviembre y le destituyó en abril, meses antes de bajar a Segunda junto al Deportivo.
Solo cinco de los anteriores treinta descendidos habían logrado volver a Primera el año después del descenso, un precedente que anunciaba la difícil misión que tenía entre manos el Deportivo.
Además, Oltra descubrió que su equipo iba a ser el Madrid o el Barcelona de Segunda, una motivación para todos los rivales de la categoría.
EL CURSO EMPEZÓ CON DIFICULTADES
Y el curso empezó con dudas, con un mazazo tempranero (derrota ante el Hércules en Riazor en la segunda jornada), y, sobre todo, una pobre imagen fuera de casa, donde el Alcorcón (4-0) y el Alcoyano (2-0) le sacaron los colores.
Pero el equipo, que llegó a estar fuera de los seis primeros clasificados, reaccionó, se hizo fuerte con la victoria en el duelo regional con el Celta de Vigo (2-1), el triunfo ante el Almería (3-1) y el empate en Valladolid (0-0) y lanzó su candidatura al ascenso.
En medio de la mejor racha de victorias de toda su historia (nueve seguidas), el Deportivo se asomó al liderato a mediados de enero y ya no se bajó del primer puesto a pesar de la presión de Celta de Vigo, al que ganó en Balaídos, y Valladolid, con el que empató en Riazor (1-1).
Llegó a tener 12 puntos de ventaja, perdió ocho en la recta final del campeonato, pero mantuvo cuatro después de una victoria apuradísima en Tarragona el pasado miércoles y en el primer partido en que dependía de sí mismo para ascender, no falló, derrotó al Huesca y ahora vuelve a entonar el mismo grito del último ascenso, el de 1991: "Barça, Madrid, ya estamos aquí".