Robert Eggers explota el terror religioso de los primeros asentamientos ingleses en Norteamérica en el siglo XVII en su ópera prima, La Bruja, película que abría el pasado viernes la 48 edición del Festival Internacional de Cine Fantástico de Sitgrs.
Llega La Bruja a Sitges precedida del premio a la mejor dirección en el último festival de Sundance y haber sido recibida con honores en Karlovy Vary y Toronto.
Eggers plantea una suerte de viaje en el tiempo hasta 1630, época en que se sitúa la película e invita al espectador a identificarse con aquellas primeras miradas a una naturaleza salvaje y desconocida. Los ruidos del bosque y la fe ciega y religiosa hacen el resto.
La trama se dispara a partir de la extraña desaparición de un recién nacido en el seno de una familia puritana que vive aislada en una granja de Nueva Inglaterra, un acontecimiento que provocará distintas reacciones en el seno de la familia, poseída por miedos atávicos.
PRESENTACIÓN
En la presentación en Sitges, Eggers ha explicado que el equipo dedicó un amplio período a documentar tanto la época como las noticias recogidas por la prensa sobre brujería, "siempre basados en las creencias del siglo XVII, y en concreto en Nueva Inglaterra y en una familia de colonos, por lo que hay poca invención, ya que se basa en hechos reales".
Para el director, "el drama familiar tenía que ser el eje temático pues son los dramas más interesantes" y argumenta esta idea señalando que los trabajos más interesantes de Shakespeare son quizá aquellos en los que hay un drama familiar como en Hamlet o El Rey Lear.
"Cuando las dinámicas familiares se trastornan dan mucho miedo", señala Eggers, quien tenía en su imaginación "una casa de muñecas en la que tenía claro la posición de cada personaje".
A pesar de tener un presupuesto escaso, la gran ventaja, añade Eggers, fue que tuvieron la posibilidad de hacer muchos ensayos y eso ayudó al resultado final. Para explicar esta historia de terror, de brujas, "el mejor ambiente era el de Nueva Inglaterra, fundada por calvinistas ingleses extremistas.
No piensa el cineasta que su película dé por buenos los juicios de Salem: "Decir que mi película hace buenos los juicios de Salem no sería correcto, porque muchas personas, sobre todo mujeres, fueron acusadas erróneamente de brujería".
Preguntado por la ambigüedad en la que se mueve la trama, Eggers confiesa que no quiso resolverlo todo, sino que su intención fue dejar cosas abiertas, "para que cada uno puede expresar su opinión".
En La Bruja se notan las influencias de los cuentos clásicos de hadas, "algunos de los cuales pueden parecer más reales, porque siguen siendo ambiguos" y, por el contrario, se alejó de "aquellos cuentos 'disneyzados', 'moralísticos'".
En el siglo XVII, añade, los cuentos reflejaban las ideas de las personas mundanas, que "creían en todo tipo de leyendas", hasta el punto de que el propio director en el proceso de documentación del filme se topó con la historia de una mujer que había envenenado a unos niños con manzanas.
Los cuadros que presenta en la película denotan la influencia de la pintura europea en el director. Si en las escenas interiores de la cabaña de la familia puritana se pueden ver las pinturas oscuras del Van Gogh de Los comedores de patatas, el propio Eggers revela que "la película desprende un olor muy intenso a Goya".
Ha asegurado que trabajar con los niños fue gratificante, y en cambio con los animales resultó "una pesadilla". La hija mayor de la familia granjera está interpretada por la joven actriz norteamericana de origen angloargentino Anya Taylor-Joy, que en La Bruja ha afrontado su primer papel protagonista.
"Rodar escenas en las que nos gritamos y nos pegamos fue muy difícil porque todos nos llevábamos muy bien, pero al final decidimos darlo todo en favor de la película", ha dicho hoy la actriz en Sitges.
Taylor-Joy ha elogiado el trabajo de Eggers: "Concede mucha libertad, nos da un diálogo abierto y es capaz de crear un ambiente de máxima confianza a los actores para que desarrollen sus personajes como consideren".
Sobre su personaje, la hermana mayor de la familia Thomasin, ha comentado: "no creo que viva una tragedia o una pérdida de inocencia, sino que para ella su evolución es vivida como una liberación, porque en ningún momento se siente integrada en esa familia".
La película se rodó en Canadá, donde contaron con la ayuda de los granjeros locales para construir literalmente con madera el poblado y la granja donde vive la familia protagonista.