Con la engañosa etiqueta de comedia indie colgada de sus ocho nominaciones al Oscar, en El lado bueno de las cosas (Silver Linings Playbook) David O. Russell propone una atípica historia que se va llenando de pequeños tópicos protagonizada por Bradley Cooper y Jennifer Lawrence en sus mejores versiones hasta la fecha.
La locura, el amor, el humor, el deporte e incluso el baile tienen su hueco en una cinta que el próximo 24 de febrero competirá por las estatuillas de mejor película, dirección, guión y los cuatro apartados de interpretación gracias a los trabajos de Cooper, Lawrence, Jacki Weaver y Robert De Niro. No es un logro menor. Hacía más de tres décadas que una película no estaba nominada en las siete categorías principales. ¿Excesivo entusiasmo de la Academia ante una de las sorpresas del año? Puede que sí...
Basada en el libro de Matthew Quick Un final feliz, la de El lado bueno de las cosas (Silver Linings Playbook) es la historia de Pat (Cooper), un hombre que tras pasar ocho meses internado en un psiquiátrico por agredir brutalmente al amante de su mujer, está decidido a controlar su ira y recuperar su antigua vida, esposa infiel incluida.
En su camino de redención y reconquista se cruzará con Tiffany (Lawrence) otro corazón roto con la cabeza del revés que ha optado por convertirse en la ninfómana del barrio para superar la repentina muerte de su esposo.
Mientras lidia con su disfuncional familia -una madre hiperprotectora (Weaver) un padre (De Niro) obsesivo adicto al fútbol americano y las apuestas y un hermano insoportable (Shea Whigham)- e intenta reconducir su vida, Pat establecerá una estrecha y muy peculiar relación con Tiffany.
LA PLAGA DE LOS TÓPICOS
Esa suerte de simbiosis, esa química -explosiva a veces, tierna otras- entre perturbado y perturbada -o al menos entre incomprendido e incomprendida- es el leitmotiv de El lado bueno de las cosas. El relato de un típico enamoramiento en circunstancias atípicas que está poblado de personajes a ratos conmovedores, a ratos estridentes, pero casi siempre geniales.
Lo son incluso en su tramo final cuando, como un virus sibilino y sigiloso, los tópicos románticones van erosionando, minando y corrompiendo el original arranque.
Una factura técnica correcta, una gran banda sonora -cortesía de Danny Elfman- y el buen hacer que Russell ya demostró en The Fighter ensalzan las virtudes de su planteamiento inicial y de su gran reparto. Pilares que resultan claves a la hora de apuntalar y sujetar la cinta cuando su edulcorado y previsible desenlace la hacen tambalearse.
Puede que como película, la nueva David O. Russell sea buena, sin más. Pero, tal y cómo está el género de la comedia (tragicomedia, en este caso) romántica, puede que sea de las mejores de los últimos años y, sin ninguna duda, de las más originales. Todo vale con tal de ver El lado bueno de las cosas.