Un grupo de manifestantes ha derribado una de las puertas del Palacio de los Bandeirantes, la sede del Gobierno de Sao Paulo, al final de una jornada de protestas en todo el país por el alza del precio del transporte público y otras reivindicaciones.
La Policía militar reaccionó con bombas de gas lacrimógeno e impidió la entrada de los manifestantes, según informes preliminares. Los participantes en la protesta hicieron una fogata frente a una de las puertas y pintaron grafiti en algunas paredes.
Fueron actos aislados de violencia tras una manifestación que recorrió varias áreas de Sao Paulo con una participación de unas 65.000 personas. Las autoridades habían ordenado a la Policía que no reprimiera a los manifestantes para evitar batallas campales con numerosos heridos y detenidos como la del pasado jueves en Sao Paulo.
En Río de Janeiro, unas 100.000 personas participaron en la movilización pacífica, pero un pequeño grupo de manifestantes se separó de la protesta principal y atacó con cócteles molotov y piedras la fachada de la sede de la Asamblea Legislativa del estado.
Posteriormente, hicieron una fogata frente a una de las puertas de acceso al edificio y rompieron algunas de las ventanas. Los bomberos controlaron el incendio y la Policía militar dispersó a los manifestantes al filo de la medianoche del lunes.
Según la prensa local, tres personas resultaron heridas por disparo de bala en ese incidente.
El grupo que acudió a la Asamblea legislativa, en su mayoría con la cabeza cubierta, había llegado hasta las escalinatas frente al llamado Palacio Tiradentes y arrojó cocteles molotov y piedras a los policías que habían montado un cerco para evitar la invasión de la edificación pública.
El grupo aprovechó que la policía no respondió a las provocaciones y ocupó las escalinatas, en las que fueron pintadas letreros con reivindicaciones y destruyó algunos ventanales. La Policía, orientada a no reaccionar, se limitó a apagar con extintores de incendio una fogata encendida por los manifestantes.
El grupo también volteó un vehículo que estaba estacionado frente al palacio legislativo y le prendió fuego. El ataque fue aislado y pasó desapercibido para la mayoría de los cerca de 100.000 manifestantes que marcharon en Río de Janeiro.
En Porto Alegre, la Policía tuvo que dispersar con bombas de gas lacrimógeno a manifestantes que le prendieron fuego a recipientes de basuras y que se enfrentaron con piedras a los uniformados. En Brasilia cientos de manifestantes aprovecharon la pasividad de la Policía para ocupar temporalmente las rampas de acceso y el tejado del Congreso.
Las manifestaciones fueron convocadas en una veintena de ciudades brasileñas por las redes sociales por un movimiento amorfo, sin líderes aparentes, que dice no representar a ningún partido ni organización política, pese a que en algunas de las protestas era posible ver las banderas de formaciones de izquierda.
Las marchas comenzaron la semana pasada en Sao Paulo e inicialmente eran exclusivamente contra el reajuste de los pasajes de autobuses, pero se fueron extendiendo por todo el país, así como variaban los motivos de las protestas.
Los manifestantes exigen principalmente mejores servicios públicos y mayores inversiones en educación, salud y saneamiento, así como combate a la corrupción y al despilfarro de recursos públicos, y critican los elevados gastos hechos por el Gobierno para organizar eventos deportivos como el Mundial de fútbol del próximo año.