La canciller alemana, Angela Merkel, se encuentra bajo presión para desatascar las negociaciones para formar una nueva coalición de Gobierno mientras en el país aumenta el escepticismo de que las mismas lleguen a feliz término.
Los partidos que participan en las conversaciones se han dado un nuevo plazo -que vence mañana a las 18.00- para lograr un acuerdo previo.
La Unión Cristianodemócrata (CDU) de Merkel, su ala bávara la Unión Socialcristiana (CSU), el Partido Liberal (FDP) y Los Verdes mantienen posiciones encontradas en algunos campos.
Los puntos conflictivos siguen siendo los mismos del comienzo -inmigración, lucha contra el cambio climático e impuestos- y después de que los negociadores no hayan logrado aproximaciones claras en cuatro semanas hay dudas de que puede lograrse en las próximas horas.
Los negociadores están en un dilema difícil de resolver ya que por una parte se espera de ellos que alcancen compromisos para llegar a un Gobierno estable, pero saben a la vez que las concesiones que hagan no pueden convertirse en una provocación para sus propias bases.
Merkel, tras tener el peor resultado electoral de la CDU desde 1949, no tiene la misma capacidad de maniobra dentro de su propio partido que tenía hace cuatro años, cuando se quedó sólo cuatro escaños por debajo de la mayoría absoluta y pudo hacer concesiones programáticas importantes a los socialdemócratas para formar Gobierno.
Ahora, dentro de algunos sectores de la CDU, hay preocupación por la paulatina pérdida de la identidad conservadora del partido -lo que de paso ha contribuido a fortalecer a la ultraderechista Alternativa para Alemania (AfD).
Esa pérdida de identidad podría verse reforzada con concesiones a Los Verdes en materia de política de inmigración y de refugiados,
La CSU además participa en las negociaciones en medio de una lucha de poder interna y con los ojos ya puestos en las elecciones regionales bávaras del año próximo, en las que el partido teme perder su mayoría absoluta.
En ese contexto, los negociadores de la CSU tratan de ganar enteros en esa lucha con posiciones duras, ante todo frente a Los Verdes, no sólo en el tema de inmigración sino también en otros relacionados con la protección del clima.
De parte de esa último partido, el primer ministro del estado federado de Baden Württemberg, Winfried Kretzschmann, ha expresado incluso la sospecha de que la CSU está haciendo lo posible porque las negociaciones fracasen.
Los Verdes, por su parte, se han comprometido a llevar el acuerdo previo a un congreso del partido, que deberá autorizar que se empiecen negociaciones formales para llegar a un acuerdo de coalición, por lo que tienen que lograr de los otros concesiones programáticas claves.
El FDP se ha jugado todo a lograr una rebaja fiscal y en ello las otras partes están dispuestas a complacerlo aunque hay discrepancias sobre el monto de la misma.
Los liberales ya tienen una mala experiencia al respecto cuando, entre 2009 y 2013, formaron alianza con Merkel y sólo lograron rebajas fiscales mínimas y puntuales, lo que cuatro años después fue duramente castigado por los electores en las urnas.
En todo caso, ninguno de los cuatro partidos quiere asumir la responsabilidad de que las negociaciones fracasen, lo que muy probablemente llevaría a nuevas elecciones, un extremo al que nadie quiere llegar.
Según la última encuesta del Politbarometer de la Segunda Cadena de la Televisión Alemana (ZDF), si hubiera elecciones el próximo domingo no habría casi cambios con respecto a los resultados de las generales del 24 de septiembre.
La CDU/CSU obtendría el 33 %, el Partido Socialdemócrata (SPD) seguiría en el 21 %, AfD el 11 %, Los Verdes el 12 %, el FDP se mantendría el 10 % y la Izquierda un 9 %, lo que no abriría nuevas opciones de Gobierno.