Las Fiestas de San Isidro ya han comenzado a desempolvar las tradiciones más castizas de la capital -chotis, toros y agua del santo- combinadas con modernas apuestas para conmemorar la canonización del patrón.
En estas fiestas se celebra que el 15 de mayo de 1622 un campesino llamado Isidro elevó -según cuenta la tradición- el agua de un pozo para rescatar a su hijo del interior, convirtiéndose así en santo campesino (por su profesión) y, simultáneamente, en el patrón de Madrid.
Poco a poco han ido perdiendo su arraigo religioso, y los grandes protagonistas de las fiestas son las romerías y las verbenas, la limonada, los barquillos, las rosquillas del santo, y el eminente chotis "agarrao", popular desde que en el siglo XIX los "majos", "chulapas" o "chulos" organizaran bailes en los barrios obreros.
Gracias a todos estos hábitos resiste el "casticismo madrileño", respaldado por la nostalgia de las asociaciones costumbristas que cada año, por San Isidro, se colocan sus atuendos con los que reivindican el mantenimiento de las tradiciones propias.
Otra costumbre que no faltará en la fiesta del santo campesino es el multitudinario descenso hasta la ermita de San Isidro, donde es de rigor que los asistentes hagan cola para beber el agua de la "milagrosa fuente".
Tras esto, es frecuente parar en la orilla del Manzanares para hacer hueco a los platos de cocido, entresijos o gallinejas, y correr después delante de satíricos gigantes y cabezudos.
Las "rosquillas del santo" merecen un capítulo aparte, divididas en las "tontas" (la clásica, sin recubrimiento), las "listas" (con baño de azúcar glas y limón), las "francesas" (con almendras y canela) y las de "Santa Clara", con merengue seco y vainilla; todas ellas ya preparadas en los puestos y tiendas del centro.
Y desde tiempos de Benito Pérez Galdós es "costumbre española" visitar Madrid a mediados de mayo y la alcaldesa de la ciudad, Ana Botella, invita a madrileños y turistas a pasear por las plazas "más emblemáticas" y "saborear la tradición y modernidad" de la ciudad.
Como de tradiciones va la cosa, el Consistorio contará con la actuación de Kiko Veneno, obras de teatro en la gran mayoría de centros, o procesiones en los distritos, además del homenaje a la recientemente fallecida Sara Montiel a través del cuplé que, según dicen, ella rescató del olvido.
Los más sosegados tendrán oportunidad de rememorar cómo eran las praderas de San Isidro en el siglo XVIII a través de la pinturas de Francisco de Goya que permanecen en el Museo del Prado.