El Madrid de los negocios, las prisas y los atascos, la gran ciudad de tres millones y pico de habitantes que quiere figurar entre las urbes globales del mundo tiene escondido casi en lo más hondo un pueblo castellano que se manifiesta cada año para festejar a su patrón, San Isidro Labrador.
Dice la Real Academia Española que "castizo" significa "de buen origen y casta" o "típico, puro, genuino de cualquier país, región o localidad", pero en Madrid significa madrileño auténtico, a pesar de que las estadísticas de población demuestran que esto es algo relativamente escaso.
Las fiestas de San Isidro son una oportunidad única, no sólo para asistir a la feria taurina más importante, al menos, de este lado del Atlántico, sino para conocer ese pueblo que la capital de España guarda escondido el resto del año.
Los madrileños son proclives a abandonar su ciudad en cuanto el calendario brinda un festivo, mejor si es un puente, pero aún son muchos los que se quedan en la ciudad e inundan en esta semana dedicada al patrón la llamada "pradera" de San Isidro.
Ésta es un amplio parque junto a la ermita del santo, construida alrededor del pozo cuyas aguas hizo elevar en el siglo XII para salvar a su hijo precipitado al fondo, en uno de los muchos milagros que le llevaron a los altares.
ROMERÍA A LA ERMITA
Este miércoles, miles de madrileños acudirán en romería a la ermita para cumplir la tradición que manda beber este agua y también para comer entresijos, gallinejas y las típicas rosquillas de anís, "tontas" si no están cubiertas, "listas" si llevan una capa de limón y de Santa Clara si van con azúcar glaseado.
Muchos acuden a la pradera, en la margen derecha del río Manzanares, al otro lado que el estadio Vicente Calderón, vestidos de chulapo o de chulapa o al menos con la "palpusa" y el "safo", la gorra y el pañuelo al cuello de ellos, o el mantón de manila que lucen ellas.
La conversión temporal de Madrid en su alma de antiguo poblachón manchego incluye también el baile "agarrao" del tradicional chotis, aunque en los puestos de la pradera sonarán por igual todos los ritmos conocidos, acorde con una ciudad en la que conviven más de 180 nacionalidades de los cinco continentes.
Como en cualquier pueblo o ciudad que se precie, las fiestas de Madrid tendrán verbena, no solo en la pradera sino también en Las Vistillas, otro de los espacios típicamente castizos, en este caso junto al viaducto de la calle de Bailén, donde habrá conciertos gratuitos, puestos de comida, atracciones para niños y mucha fiesta.
En la pradera habrá orquestas de baile, magia, espectáculos infantiles, reparto de cocido y de paella, misas de campaña, zarzuela y fuegos artificiales, incluida este año una "mascletá".
Además de las orquestas, que ofrecen toda la variedad musical que demanda un pueblo en fiestas, actuarán Los Chichos, Fórmula V y el grupo de Coros y Danzas Francisco de Goya de Madrid.
La fiesta no se reduce, sin embargo, a la pradera de San Isidro o a Las Vistilla, sino que se extiende a otros espacios de la ciudad.
Por ejemplo, en la plaza Mayor se rindió homenaje el domingo pasado a la recientemente fallecida Sara Montiel, con un espectáculo que repasó sus mayores éxitos; se proyectó la película Blancanieves con música en directo y hoy actuará Kiko Veneno.
Pero Madrid es por supuesto Villa y Corte y por eso su ayuntamiento rendirá homenaje mañana a las Cortes Constituyentes que en 1978 aprobaron la vigente Carta Magna.
El presidente de las primeras Cortes de la recién restaurada Monarquía, Torcuato Fernández-Miranda, recogerá de manos de la alcaldesa, Ana Botella, la medalla de Oro de Madrid a las Cortes Constituyentes, en un acto en el que también recibirán esta distinción la ONCE y la galerista Soledad Lorenzo.