El 17 de enero se celebra San Antonio Abad, San Antón, que dicen que se entregó en vida al cuidado de la Naturaleza y de los animales en especial. De hecho, se cita la curación de la ceguera de unos jabatos y de la fidelidad de la madre jabalina al santo anacoreta en forma de protección.
Conocida es la bendición de mascotas en el Día de San Antón. Mascotas de todo tipo, algunas muy exóticas, que se realiza en la Parroquia de la calle de Hortaleza a lo largo de esa jornada. También tiene su importancia la celebración ese día de las Vueltas de San Antón, un recorrido por las calles de esa parte del centro de la capital.
Pero para llegar a San Antón hay que pasar antes por San Blas. No por este barrio y distrito, sino por el mismísimo santo de Sebaste, patrón de los otorrinolaringólogos y a cuya advocación se acogen los que suelen padecer de la garganta.
Fue por la festividad de San Blas, y en el entorno del cerrillo del mismo nombre que luego sería parte del Parque de El Retiro, donde comenzó la tradición madrileña de festejar con animales y pedir por su bienestar.
Cada 3 de febrero en la primitiva ermita del cerro de San Blas se realizaba la bendición de animales y se disputaba una carrera de cerdos en la que el ganador era designado 'rey de los cochinos'. Éste y el resto de la piara campaban luego a sus anchas por la villa.
Cuenta el escritor e historiador de Madrid y su región Ángel Sánchez Crespo que "como rey generoso, el cerdo concedía a sus súbditos la libertad de hacer lo que quisieran durante un par de días". Ni que decir tiene que la fiesta, con mucha desinhibición, acabó degenerando.
Lo del 'rey de los cochinos' no debió hacer mucha gracia en la Corte madrileña. Así que las celebraciones desenfrenadas se prohibieron y la bendición de animales pasó de San Blas a San Antón.
Lo que estaba claro es que a los religiosos antonianos también les iban los cerdos. Durante la Edad Media era su costumbre dejar sueltos por las calles los gorrinos de la congregación para que fueran alimentados por el vecindario y luego, tras el engorde, destinar su carne a los hospitales.