La muerte de Mame Mbaye resuea en Lavapiés como el duelo de una tagedia repetida. La solidaridad que le brindan sus compatriotas no solo expresa dolor, clama contra una situación que comparten muchos otros senegaleses. Habituados a vivir sin papeles, saben lo que es la calle. Repiten una expresión que define un sueño: ganarse la vida.
Años como vecinos clandestinos. Vivir en la marginalidad. Sentirse sin ser de ninguna parte. La muerte de Mbalé evidencia la vida de centenares de inmigrantes. Nadie sabe cuantos con exactitud. Personas, vecinos, ciudadanos, supervivientes de un círculo vicioso: sin papeles no hay trabajo, sin trabajo no hay papeles.
Mame no tenía problemas con nadie. Era un buen amigo, un vecino discreto, un visitante asiduo a la mezquita sufí de la calle Cabestreros.