Turismo en zonas devastadas, o como hacer de la desgracia una fuente de recuperación y esperanza tras el desastre. Con toda franqueza un país como Japón reconoce y evalúa el alcance que en términos turísticos le ha supuesto la crisis de la central nuclear de Fukushima. Ni más ni menos que el número de turistas españoles en Japón ha descendido desde entonces un 60%. De unos 45.000 al año a poco más de 14.000 turistas. Un desastre en términos económicos y de imagen, que pese a todo, admite una cierta esperanza. Japón asegura que el país es totalmente seguro, y de hecho todas las zonas turísticas y las principales ciudades del país están muy lejos de la zona de exclusión declarada en torno a Fukushima.
Mención especial merece Haití. Un país completamente destrozado que lucha por salir adelante. FITUR invitó a los haitianos a participar en el pabellón 4, donde se arraciman los países de centro y sudamérica. Un stand modesto en el que los haitianos reivindican su país como zona turística, con playas alejadas de la zona más castigada por el terremoto. Y con este mensaje, transmitido por uno de los más altos responsables de la embajada en Madrid. Para Haití, lograr fondos a través del turismo es ahora una prioridad nacional.
En España dos zonas han sufrido los efectos de la naturaleza: Lorca vende el atractivo de una ciudad en plena reconstrucción, y dice con razón que la mejor ayuda, o el mejor donativo, es visitar ahora la ciudad, cuando más necesita los ingresos turísticos. Y El Hierro se ha convertido, casi sin querer, en el stand más visitado de todas las Islas Canarias. Su popularidad ha crecido con la erupción volcánica de la Restinga. Y de hecho, han preparado centros de interpretación e incluso actividades para los amantes de la sismología. Una alternativa creada sobre la marcha para capear, nunca mejor dicho, el temporal.