Juan Ruiz de Luna, "discípulo" de Alfredo Ruiz de Luna, el autor de las placas de cerámica que nombran más de 300 calles de la ciudad desde 1992, nos ha abierto su taller para mostrarnos el trabajo que su familia realiza desde principios del Siglo XX.
Los rótulos de cerámica que se encuentran en las calles de distintos barrios de Madrid, con pinturas a mano sobre los tablones de este material con la firma de la familia Ruiz de Luna, constituyen "la mayor obra permanente de un artista".
Para llevar a cabo los rótulos, el ceramista se inspira en libros, la historia de Madrid e historia de las calles de la Capital, entre otras cosas. Además de estas placas, la firma Ruiz de Luna aparece en numerosos lugares emblemáticos de la ciudad como la Plaza de Toros de Las Ventas, portales y enclaves de la hostelería típica madrileña.
Juan heredó el taller de su tío Alfredo en 2013 y su trabajo principal es la realización de las miniaturas de cerámica de los rótulos de las calles más emblemáticas que se pueden ver en las tiendas y que generan "gran expectación" entre los turistas.
La familia Ruiz de Luna comenzó a trabajar la cerámica en 1908, cuando el bisabuelo de Juan montó una alfarería en Talavera de la Reina (Toledo), en un momento en el que la industria de la cerámica estaba "prácticamente desaparecida". La alfarería cerró en 1961 y el tío de Juan mantuvo la "tradición familiar" montando el taller en el año 1981 en Madrid. Fue en once años más tarde cuando, a través de un concurso, el Ayuntamiento le encargó seguir haciendo los rótulos cerámicos que hasta entonces hacía la Escuela de Cerámica. De esta forma, Alfredo Ruiz de Luna se ocupó durante alrededor de 25 años de terminar de rotular las calles.
Ahora, su sobrino Juan se considera su "continuador" en la labor. Además de los rótulos y las serigrafías, Juan trabaja en el taller con pinturas a mano de zonas icónicas de Madrid que "todavía no tienen su rótulo" como la Plaza de Cibeles o la Calle Goya y elabora tazas "de recuerdo" de la Ciudad como las que venden en la famosa chocolatería de San Ginés. A pesar de que Juan estaba presente, no participó de forma directa en la elaboración de los rótulos que se sitúan en la capital, aunque asegura que le "hubiera encantado".