Se cumple un año ya del inicio de la pandemia. Una pesadilla en lo sanitario y en lo económico. Desde hace meses crecen las llamadas colas del hambre a las puertas de asociaciones y parroquias.
Encontramos familias enteras que hace doce meses vivían bien y que ahora dependen de la caridad de otros para sobrevivir.
Karen y su pareja tienen 7 hijos y llevan todo el año de la pandemia haciendo las colas del hambre para recibir alimentos de la Fundación Madrina.
Karen está en ERTE y aún no ha recibido ayuda económica. Su marido está en el paro. Las edades de los niños van de los 14 años a los 8 meses. La fundación Madrina les está gestionando la cesión de una casa en un pueblo.
"No tengo ingresos"
Armando viene a las colas del hambre para pedir para sus tres nietos y su familia. “Tenemos mucha necesidad y me he levantado a las cinco de la mañana para venir hasta acá”, reconoce. Necesita pañales y potitos para los niños.
Carritos de la compra y carritos con bebés de apenas seis meses. “Vengo a pedir pañales, leche o potitos para mi bebé porque no tengo ningún ingreso”, reconoce Vilma, una de las madres que piden ayuda.
Sufren, sobre todo, por el bienestar de sus hijos y de su familia.
“Vengo a recoger alimentos como aceite o leche. Todos estamos en el paro y no tenemos para comer”, dice Patricia. Vienen por cita previa para evitar aglomeraciones.
“Higiene y material de alimentación para bebé. Pedimos a Dios ayuda para que nos provea de estos productos de primera necesidad. Confiamos en las donaciones de la gente para seguir alimentando a unas colas que cada vez son más grandes”, advierte Conrado Giménez, presidente de la Fundación Madrina.