El Santos perdía por 0-2 en casa, acumulando nueve partidos sin ganar entre Liga, Copa de Brasil y Copa Sudamericana, cuando los aficionados empezaron a arrojar bengalas y petardos, y especialmente enfurecidos con el presidente y el entrenador.
El clásico paulista se detuvo en el minuto 86 y la policía rodeó a los jugadores locales en el centro del campo para evitar que fuesen agredidos, mientras la violencia continuaba en las gradas. Asumiendo el riesgo de ser alcanzados por algún objeto, los jugadores visitantes se metieron a los vestuarios, mientras seguían las protestas.
Suspendido el partido
Finalmente el árbitro decidió suspender el encuentro en el minuto 88 por motivos de seguridad, lo que le podría costar al Santos una sanción de hasta diez partidos a puerta cerrada, e incluso tener que jugar fuera de su estadio.
Cuando los jugadores del Santos iban a abandonar el césped cayó otra bengala. Luego tuvieron que correr para alcanzar el túnel ante la ira de la torcida. También hubo incidentes en los exteriores del campo y hasta robaron un coche de Policía.