Todos conocemos la forma de los trofeos más ansiados en el fútbol… la orejona, la Copa del Mundo. Difícil de olvidar también es, por ejemplo, la ensaladera de la Copa Davis, pero en el mundo del deporte hay premios mucho más singulares y extraños.
El bueno de Roger Federer jugó una vez el torneo de su tierra Gstaad, que acabó ganando y como recompensa se llevó a casa una preciosa vaca lechera. Nunca pudo colocarla en la vitrina.
Los ciclistas que a lo largo de la historia han ganado la clásica París Roubaix conocen su dureza. Su barro, su suelo, por eso se llevan a casa un maravilloso adoquín.
Es original, pero no llega al nivel del armadillo cowboy, lleva pistolas sí. Es el trofeo que ganan los vencedores de un torneo de futbol en Texas, Estados Unidos. ¿Dónde si no?
Los americanos tienen obsesión con los animales porque un cerdo es el premio que se llevan los de la universidad de Iowa o Minnesota cuando se enfrentan al fútbol americano.
En España somos más de hortalizas y entregamos un pepino en el Trofeo villa de Leganés. Igual no es un premio muy grande, aunque peor es lo de esta famosa Copa de Cricket. Es para Inglaterra o Australia. Hace más de un siglo que ambos países se enfrentan por una pequeña urna.