"La leyenda de Tarzán": el rey de la jungla más taquillero
Juan Luis Álvarez
En este Megahit viajamos a la jungla, concretamente al Congo Belga, que es el lugar al que te mandaban de pequeño cuando te ponías insufrible. Va a ser un viaje de cierta categoría, sin duda, ya que nos va a servir de guía todo un Lord inglés, aunque vaya prácticamente en taparrabos, que nos va a mostrar parajes exóticos y culturas insólitas. Y si por el camino le vemos repartir estopa a paletadas, son las cosas del entretenimiento. No están permitidas esta noche frases como “¡Hay que ver cuánto ha cambiado el cuento!”, ni “Este no es mi Tarzán, que me lo han cambiao”, porque el que nos va a ser presentado a continuación es todo un caballero llamado John Clayton Tercero o Lord Greystoke como se le conoce en la cámara alta británica. Pero ya sabéis lo que pensamos de los buenos principios. Y si acabará como el habitual desarrapado que va soltando alaridos mientras se balancea entre liana y liana. ¿Nos vamos a quejar?
En cualquier caso, el punto de partida observa bastante fidelidad con la novela original de Edgar Rice Burroughs. Mientras Greystoke disfruta de la vida junto a su esposa, una Jane tan tierna como guerrera, le hacen saber que el rey belga Leopoldo II ha esclavizado a los congoleños, entre los que se encuentran muchos amigos suyos, y les obliga a extraer diamantes manchados de sangre y un montón de barbaridades más. El encargado de esa logística es la mano derecha del monarca, un sanguinario militar. Por supuesto, esa situación no se puede consentir y hasta ahí podemos avanzar.
Timoneando el barco está nada más y nada menos que el británico David Yates, que lleva ya más de una decenio dedicado a dirigir una de las franquicias cinematográficas más potentes y rentables de todos los tiempos. La de Harry Potter.
Empezó por “La Orden del Fénix”, la quinta, y desde entonces tiene contrato indefinido, encargándose también de las de los animales fantásticos, pasadas y futuras. “La leyenda de Tarzán” fue un alto en el camino en su intensa maratón en los mundos de Rowling, que le permitió coger aliento y cambiar de asunto.
Como todas las películas de Potter, la de esta noche se filmó íntegramente en Inglaterra, en un enorme estudio forrado de verde donde se insertaron los fondos selváticos sin que a nadie le tuvieran que picar los mosquitos. Sólo al equipo, capitaneado por el director, que se desplazó a Gabón a filmar sobre todo las tomas aéreas de la selva. Así se evitó que el nuevo Tarzán tuviera esos anti estéticos ronchones que se producen al rascarse. Eso que salió ganando.
Este grandullón envasado al vacío es Alexander Skarsgard, sueco con un Globo de Oro en su haber, por bordar al maltratador villano de la serie “Big Little Lies” con una espectacular carrera en Estados Unidos gracias a un papel de terrorífico vampiro en la popular serie “True Blood”. Viene de familia de actores. Su padre es Stellan Skarsgard, secundario imprescindible de castigado rostro, y su hermano Bill recientemente ha saltado a la palestra más internacional después de encarnar al payaso cósmico más terrorífico que hemos conocido.
Skarsgard estuvo sometido a dieta y entrenamientos estrictos durante más de 5 meses para conseguir una “tableta de chocolate” de ocho onzas en su abdomen. Meses después de haber finalizado el rodaje la productora se dio cuenta de que hacían falta volver a rodar algunas cosillas, pero la tableta había volado. La tuvo que recuperar.
Nuestro Tarzán de esta noche parece muy seriecito, pero no lo es en absoluto, es un auténtico sex symbol, pero no parece darse cuenta y ha ido compaginando trabajos en pequeñas películas de cine independiente, con producciones televisivas de alto nivel.
Y frente a la bonhomía algo salvaje de Tarzán, la perversidad astuta de Christoph Waltz. No se sabe muy bien cómo o por qué, pero a este austríaco los papeles de villano, o al menos de ética cuestionable, le sientan como un guante. Emergió en el panorama internacional gracias a Tarantino que le ha ofrecido oportunidades incuestionables y hasta ha dejado su huella en la franquicia del espía por excelencia; ese que tiene licencia para matar. También ha hecho sus pinitos con autores más independientes como el excéntrico Tim Burton o el Terry Gilliam más desencadenado. Y ojo, porque aunque aún se sabe muy poco, próximamente podremos ver cómo se maneja detrás de las cámaras en su debut como director.
Y atención, por supuesto, a esta señorita que, con menos de 30 años, ya tiene una merecida candidatura al Óscar por convertirse en una patinadora más afilada que las cuchillas que lleva en los pies.
PERFIL: MARGOT ROBBIE
Margot Robbie. Australiana. Una de esas actrices prodigiosas de enorme carisma que igual interpreta a una gamberra imposible de soportar que a una ingenua que no parece haber roto un plato en su vida – como en la serie Pan-Am que la dio a conocer -, o a una irresistible femme fatale al lado de Will Smith. Hollywood le abrió las puertas cuando le plantó cara a Di Caprio siendo una recién llegada sin achantarse lo más mínimo. Además es trabajadora y concienzuda. Cuando fue avisada de que querían hacerle una prueba para “Focus” estaba en Croacia y tuvo que coger tres aviones, un catamarán y hasta una barca de pescadores para llegar a tiempo. Will Smith que estaba a 50 kilómetros del estudio se retrasó y le echó tal bronca que le dieron el papel solo por eso.
Es la Jane de un Tarzán moderno, heredero directo de una tradición que tiene más de un siglo a sus espaldas desde que en 1912 se editó su historia. El éxito fue tal que el paso de la novela al cine fue inmediato. El primer hombre-mono cinematográfico fue Elmo Lincoln en la época del cine mudo, aunque quizá el más famoso de aquellos años sería el de Frank Merrill. Como muchas otras estrellas del momento, la llegada del sonido a la pantalla le costó el papel, porque no tenía la voz adecuada.
El Tarzán más popular sin duda ha sido el que encarnó el nadador olímpico reconocido con 5 medallas de oro Johnny Weissmüller. Con él se incorporaron a la leyenda el alarido característico e indisociable del personaje y la mona Cheeta, alivio cómico de tantas situaciones. Weissmüller fue el Tarzán más activo. Lo interpretó 12 veces. Murió en un psiquiátrico donde atronaba a todos con el famoso grito de la selva. Se creía él.
Cuando la descomunal espalda de Weissmüller abandonó las pantallas, la productora se encargó de hacer pruebas a más de 200 actores entre los que acabaron eligiendo a Lex Barker, apuesto caballero bastante golfo, de vida distraída y primer esposo de Tita Cervera, más conocida posteriormente como Baronesa Thyssen.
Quién sabe si no fue Tarzán/Barker, preocupado por sus medios de locomoción, quien sentó las bases del célebre “no a la tala” de Tita y de su encadenarse a los árboles.
Después llegaron otros más efímeros, muchos de ellos desde la pequeña pantalla, hasta que aquel Greystoke al que prestó percha Christopher Lambert, antes de perderse en los procelosos mundos de la serie zeta. Quince años después la Disney, al ritmo de la espléndida música de Phil Collins que ganó un Óscar, dio a luz uno de los mejores y más espectaculares Tarzanes de todos los tiempos; maestro en lo de usar las ramas para deslizarse como si se fuera en monopatín.