Si se abandonaran las campañas de vacunación volvería a aumentar la incidencia de enfermedades como el sarampión, las paperas, la rubeola, el tétanos, la hepatitis B o la polio.
Un ejemplo claro es el aumento de los casos de sarampión que se ha producido recientemente de forma paralela a un ligero descenso de las coberturas de vacunación. Como afirma irónicamente Jesús Ruiz Contreras, jefe del Servicio de Pediatría del hospital 12 de Octubre, catedrático de Pediatría de la Universidad Complutense, “lo peor de las vacunas es que son muy buenas” Y añade, “son tan buenas que no vemos las consecuencias que generaría en la salud de los niños y de los adultos infecciones como las ya señaladas además de efectos colaterales que comprometerían nuestra salud”.
Por fortuna, en nuestro país quienes se muestran contrarios a la vacunación de sus hijos no sufren esas consecuencias porque los demás, la inmensa mayoría, sí nos vacunamos y les conferimos inmunidad de grupo.