Ava Gardner, Errol Flynn, Tyrone Power, Ernest Hemingway. Tendréis queja. Bienvenidos por tanto a la “Fiesta” del cine.
Así se llamó en castellano – ¡Fiesta! – el drama que escribió el Nobel sobre un grupo de expatriados norteamericanos que viven medio aburridos en Europa, desilusionados, en plenos años veinte, con el mundo en que les ha tocado vivir, aunque eso sí, no se privan de caprichos del estilo de asistir en Pamplona a los Sanfermines, donde dos de ellos medirán fuerzas para llamar la atención de una aristócrata capaz de electrificar el aire a su alrededor. La interpreta Ava Gardner; que os vamos a contar.
Las reflexiones de Hemingway sobre la “Generación Perdida” como se denomina a los desencantados intelectuales, artistas y bohemios en general que pasearon su hastío por la Vieja Europa en el periodo entre guerras, dio forma al libro que lanzó su carrera en los años 20 y que tardó casi 30 en llegar a las pantallas pese a que hubo varios intentos fallidos. Eso sí, cuando lo hizo, no le faltó detalle. Rutilante tecnicolor y cinemascope, localizaciones espectaculares y un glamuroso reparto plagado de grandes nombres en diferentes momentos de sus interesantes carreras. Tyrone Power se hizo con el papel principal; el del ex soldado que tuvo la desgracia de recibir una herida de guerra en muy mal sitio, lo que le dejó secuelas en el cuerpo pero también en el alma. Vagando por París se añade a un grupo de adinerados aventureros, de vida disoluta y juergas constantes, entre los que se encuentra el personaje que representa Errol Flynn, para intentar disimular el desencanto y la falta de horizontes de sus inútiles vidas. Con ellos parte hacia Pamplona, para disfrutar de los Sanfermines y de la compañía de Lady Brett Ashley, Ava Gardner, a la que todos desean, y que a todos mantiene interesados pero también a raya, con sus continuos devaneos y su relación con el torero Pedro Romero, estrella de las plazas. En “The sun also rises”, título original de la novela y de la película, todo da vueltas alrededor de ella, de su sensualidad, de su belleza, de su soberbia y de su vulnerabilidad. Interpreta un papel que es un traje a su medida, aunque fuera escrito por su amigo Hemingway, casi antes de que naciera.
Ava Gardner, el animal más bello del mundo, era mucho más racional de lo que su apodo y su leyenda permiten entrever. Ya era espabilada de pequeña, aunque nació pobre, en una comunidad profundamente religiosa que se comunicaba en un idioma parecido al inglés pero con un deje sureño tan cerrado que cuando ya de jovencita marchó de visita a casa de su hermana en Nueva York nadie entendía ni palabra de lo que decía. No hizo falta, el hermano de ésta que era fotógrafo le hizo unas instantáneas, las colgó en el escaparate de su tienda, las vio un caza talentos y a los dos días estaba en Hollywood con un contrato de siete años y un profesor de dicción para ella sola. Y un marido pequeñito pero matón, de nombre MickeyRooney, una de las mayores estrellas del momento, en todo menos en estatura. Duraron un año, lo mismo que con el saxofonista de jazz Artie Shaw. Ya llevaba dos matrimonios a sus espaldas y solo era conocida gracias a los tabloides del corazón y a su affaire con el multimillonario Howard Hughes, cuando “Forajidos” la convirtió en estrella de primera categoría. Después llegaron un puñado de películas perfectamente olvidables que plantaron la semilla de su aburrimiento por el cine hecho en serie, y un viaje a África, junto a Clark Gable y su novia de entonces, Grace Kelly. “Mogambo” le procuró la única candidatura al Óscar que le otorgaron en su larga carrera profesional. Por entonces, estaba en la cresta de la ola y se había casado con Sinatra que la idolatraba en todo momento menos cuando tenían alguna de sus famosas peleas, capaces de hacer tambalear los cimientos del edificio donde estuvieran. Ese espíritu libre que anidaba en el corazón de la Gardner se manifestó en todo su esplendor cuando vino a España a rodar “Pandora y elHolandés Errante” y se vio magistralmente retratado en la que, tal vez sea, su mejor película o al menos la última de su etapa de esplendor: “La condesa descalza”. María Vargas fue para ella como una segunda piel. Instalada en España y con Sinatra sufriendo a distancia, pasaron por sus brazos los toreros Mario Cabré y Luis Miguel Dominguín y una corte de palmeros desconocidos, que aprovechaban la generosidad de la estrella perdida en la noche madrileña entre los vapores del alcohol. Gardner envejecía por minutos y se resistía como gato panza arriba a volver a Hollywood, pero al final lo hacía cuando se le acababa el dinero para juergas en las que se bebía la frustración que le provocaba que nadie nunca la hubiera considerado una actriz profesional; tan sólo la más bella de las estrellas.
Tyrone Power, el actor de los ojos soñadores que tantos corazones había roto y tantas espadas entrechocado con diferentes disfraces, pero preferentemente el de Zorro, se convirtió en uno de los galanes más taquilleros de Hollywood durante dos décadas, tuvo una vida sentimental variopinta y diversa, en el que se incluyó un romance de dos años con Lana Turner y una larga amistad con el latino César Romero, cuando aceptó protagonizar la de esta noche, había superado ya su etapa de guapetón oficial. Tuvo la desgracia de envejecer muy mal, no sólo por lo que bebía y lo que fumaba sino porque el insomnio le impedía dormir más de dos o tres horas cada noche. Después de bordar su dificilísimo papel en “Testigo decargo”, volvió a España para rodar “Salomón y la Reina de Saba” y cayó fulminado por un ataque al corazón en pleno set. Tenía tan sólo 44 años.
En el otro extremo, Errol Flynn, el que fuera competidor de Power por el favor del público aunque fueran buenos amigos, también se dijo que demasiado, había destrozado su carrera incapaz de ponerle freno a su incontrolada vida y vivía en un barco de nombre extranjero de acá para allá porque era el modo de que la hacienda americana no le echara el guante porque le debía una fortuna. Nada que ver con simpático caradura que llenó los cines a rebosar durante más de una década, generalmente acompañado de la resuelta Olivia de Havilland, que le acompañó en la mayoría de los grandes filmes que lo convirtieron en súper estrella. Tras un romance corto pero intenso, lo dejaron correr aunque se dijo que Flynn siempre estuvo enamorado de ella y que cuando le dejó, fue cuando se tiró al barro. Drogas, alcohol, orgías en su yate donde, según la leyenda deleitaba a sus invitados tocando el piano sin usar ni manos ni pies. Flynn murió a los 50 de un ataque al corazón. El médico que le hizo la autopsia, que ni siquiera lo reconoció, situó su edad como cercana a los 75 años. Un triste final para quien fuera la personificación de la vitalidad en la pantalla.
Como el personaje que compone en “¡Fiesta!” le va como anillo al dedo, le sirvió para que su carrera resurgiera de tal modo que se habló de una posible candidatura al Oscar que, sin embargo, nunca llegó.
Filmada en un París verdaderamente glamuroso y en Méjico – la ciudad de Morelia se convirtió en Pamplona para la ocasión – porque el gobierno de Franco sólo dio permiso para que se filmaran los Sanfermines, disconforme con el golferío en el que viven los personajes, “¡Fiesta!” fue un placentero filme para cuantos en él participaron excepto para un joven Robert Evans, el torero – papel reservado en principio para LuisMiguel Dominguín, que no se atrevió -, y al que todo el mundo quería que fuese despedido desde el primer día. Es el peor actor del mundo. Cuando por fin se dio cuenta, expió sus pecados ganando un Oscar años después como productor de “El padrino”.
Peter Viertel, guionista de “La reina de África” se encargó de adaptar al cine la novela de ErnestHemingway, a pesar de su prestigio tenía cierto carácter que le hacía no caer demasiado bien. Se dice que el personaje que representó Robert Redford en “Tal como eramos” está basado en las relaciones de Viertel con su primera esposa. Con la segunda, Deborah Kerr vivió en tierras malagueñas una auténtica historia de amor durante décadas puesto que fijaron en Marbella su residencia. Ella falleció, cerca de cumplir los 90, y al mes justo él murió de pena.
Que no son cosas de película. Que suceden en la realidad. Feliz velada.