La plaza de toros de Las Ventas es la más importante del mundo. Foco innegable de la tauromaquia a todos los niveles, representa un papel crucial, exigiendo unas cualidades específicas tanto a los toreros como a los toros que se citan en su ruedo desde hace noventa años.
Como bien nos cuenta Paco Aguado, periodista taurino de la Agencia EFE y profesor de la Escuela Taurina José Cubero “Yiyo”, el principio de la cultura taurina de Madrid se produce en la plaza Mayor, donde tienen lugar los primeros festejos relacionados con el toro. El desarrollo de la afición popular exige que se consolide un lugar diferencial y preparado para acoger la Fiesta Nacional, y, de esta forma, la acción taurina se traslada primero a la Plaza de toros de la Puerta de Alcalá y posteriormente a la Plaza de Felipe II, el actual WiZink Center.
El torero Joselito “El Gallo” fue uno de los impulsores de la construcción de la Plaza Monumental de Las Ventas, en un intento de devolver los toros al pueblo, con un mayor aforo y un abaratamiento de las entradas.
Se inaugura en el año 1931, el año de la instauración de la II República, aunque aún no está del todo completada, puesto que los alrededores no facilitan el acceso. Es en el año 1935 cuando se celebra la primera temporada completa.
Durante la Guerra Civil tiene diferentes usos, entre ellos el de huerto, y ya en 1939 se celebra la llamada Corrida de la Victoria, con Franco en el palco presidencial.
La historia de la plaza de toros de Las Ventas, no es únicamente la historia de los toreros y de los toros que han pisado su arena, también es la historia de millones de aficionados y de muchos profesionales que, de una forma u otra, mantienen su vida vinculada a la tauromaquia.
Vicente Zabala de la Serna, Chapu Apaolaza, Sixto Naranjo o Maxi Pérez son algunos de estos profesionales, periodistas taurinos de diferentes medios, que recuerdan con claridad cuál fue su primer contacto con Las Ventas, la mejor faena que presenciaron en ella, o la tragedia que más les sobrecogió.
Las diferentes emociones vividas en este ruedo son parte esencial de su día a día y la plaza de toros de Madrid representa para ellos unos valores distintivos, una forma de ver el mundo, sin la cual, no se imaginan su vida.
Manuel Alonso, el conserje de la plaza de toros, es el ejemplo más patente de este hecho. Nació en la plaza, jugó de niño en su ruedo y en sus tendidos, heredó el trabajo de su padre y vive actualmente allí. Conocedor de todos sus recovecos y sus misterios, para él la plaza es un nido de recuerdos y vivencias, además del lugar donde disfruta de su gran pasión: lo toros.
Otro gran aficionado, Faustino Herranz “el Rosco”, imprescindible del tendido siete, es uno de los representantes de la exigencia máxima de Madrid, tanto en lo que al toro como al torero se refiere. Madrid sigue siendo garantía de bravura, de casta, de templanza y de sentimiento.