Este domingo 'Mi cámara y yo' recorre los lugares de postal que hay en nuestra comunidad
Sandra Lázaro
Corría el año 64 y en Canfrac (Huesca) todavía se escuchaba el sonido del ferrocarril. Aquel día no hacía frío y Humberto Gracia se levantaba con el nerviosismo habitual de todas las primeras veces. Desayunó, se peinó y tras un paseo, abrió la puerta del que sería el trabajo de su vida: Correos. “Tenía 14 años y comenzaba de repartidor en mi pueblo natal”, afirma Gracia, ahora jubilado. Aun recuerda -con voz nostálgica- el peso de las cartas en aquellas carteras de cuero y los botones del uniforme grisáceo. “Las postales costaban la mitad de pesetas que las cartas. ¡Eso ya no se lleva!”- hace una pausa y ríe- “las postales no tenían sobre, podíamos leerlas, pero había tanta correspondencia que era imposible pararte y ojear”, asiente.
Paralelamente, el 24 de mayo del 86, Antonio enviaba una postal a José Luis desde Chicago. La primera postal de una serie de envíos alrededor del mundo. Los sellos de Pearl Buck pegados en la parte trasera de la tarjeta, ya algo desgastados, parecían sonreírse entre ellos, mientras una letra cursiva escribía: “Un fuerte abrazo, querido amigo”.
Cuando los WhatsApps no existían las palabras tardaban días en cruzar el charco y aterrizar en Madrid. Por aquel entonces, el joven oscense ya se había trasladado a la capital, “en aquel momento, Correos estaba centralizada: toda la correspondencia salía desde Cibeles al resto de España. Lo que hoy es el Ayuntamiento, era nuestra sede central. Los carteros de Madrid se desplazaban por la urbe andando o en autobús. En los pueblos iban en bicicleta”, recuerda.
Gracia pasó gran parte de su vida laboral en el área de código morse: “la sociedad avanza rápido y hay cosas que se van quedando obsoletas: El morse, las postales…Con el teléfono móvil ya no hace falta escribir cartas. El negocio sigue funcionando porque se va reinventando y adaptando. Año tras año. Aunque ya no es lo que era”, asegura.
El mundo se capturaba en una postal y esta, a su vez-como si de un relevo se tratase- rondaba diferentes manos. Como si de Antonio pasase por Humberto hasta llegar a José Luis. Haciendo del trayecto una historia en sí misma.
La tecnología ha cambiado la forma de comunicarnos, relegando las postales a los más nostálgicos. La nostalgia, que también, es cultura. Todavía quedan los resquicios: ahora las postales se publican en Instagram.