Cinco supervivientes con ingenio en un mercado de barrio
Cómo se han adaptado los puestos de los mercados a la 'pandemia'
ESTEFANÍA ESTEBAN
Los mercados de siempre se han convertido en la tabla de salvación para muchos pequeños comerciantes que buscan 'campear' de la mejor manera posible esta crisis. Y aunque la mayoría de puestos han salvado muy bien la situación y otros han abierto durante la pandemia con cierto optimismo, hay quien tuvo que cerrar para siempre y otros que han tenido que adaptarse a los cambios utilizando lo único que puede ayudarles: el ingenio.
Estos son los testimonios de cinco comerciantes del mercado de Santa María de la Cabeza (Paseo Santa María de la Cabeza, 41).
Nacer en tiempos de pandemia
José Antonio llevaba ya 18 años dirigiendo una agencia de viajes. Buscando atractivas ofertas para conocer otros países. Y una vez al mes, acudía al Matadero, al Mercado de productores. Para él era como un hobby: hacía los mejores crepes y nunca le faltaba una enorme cola de clientes. Mientras, charlaba con sus compañeros sin saber que más adelante podrían ser clave en su futuro.
A José Antonio todo le iba bien, hasta que llegó el coronavirus. Adiós Agencia de viajes y adiós Mercado de productores. En abril de 2020, todo por lo que había luchado se esfumó de golpe por culpa de la pandemia. Así que había que pensar rápido, buscar una salida. ¡Un mercado! Recordó a sus compañeros del Matadero y pensó en poner un puesto con todos sus productos: él podría sobrevivir y a sus compañeros también podría ayudarles. Le llamó 'La esquina de los productores'.
Ahora José Antonio sonríe desde su mostrador (que lleva desde julio), una sonrisa agridulce, de un náufrago recién rescatado, llena de miedos y dudas pero con algo de fe. "Aunque no digo que más adelante no vuelva a abrir mi agencia de viajes", nos dice. Y es que sus productos, delicatessen, sus samosas, aceites ecológicos, o cervezas artesanas, de momento no han parecido 'calar' entre la clientela. "Tendrán que conocerme mejor", añade a modo de excusa, con esa sonrisa de superviviente golpeado por la vida que se intuye tras la mascarilla.
Alberto Vázquez llegó al mercado de Santa María de la Cabeza justo una semana antes del confinamiento. Y aunque no tuvo que cerrar, al considerarse servicio esencial, apenas recibió clientes durante los primeros meses. "Las personas mayores tenían miedo de venir y al ser nuevo, casi nadie me conocía". Y como los bares del mercado tuvieron que cerrar, a Alberto se le ocurrió servir cafés a sus propios compañeros. Y es que a pesar de que la mala suerte parece perseguirle, Alberto no piensa dejar de plantarle cara a lo que venga.
Vende comida para llevar porque él es cocinero. De hecho su "gran tropiezo" fue abrir un restaurante justo antes de la burbuja inmobiliaria. Los sueños depositados en un pequeño local de Huertas, se convirtieron en su peor pesadilla. Aún está pagando esa deuda por la que busca sobrevivir y seguir salvando obstáculos.
Su puesto se llama 'Coocking_ero', y poco a poco se da a conocer entre los clientes.
Quienes están más contentas son las chicas que llevan un puesto nuevo de croquetas, que nació en julio, justo después de la primera ola de pandemia. Acababan de cerrar el mercado donde estaban, el de Torrijos (Calle General Díaz Porlier, 8), y no estaban dispuestas a renunciar a sus sueños. Ante la adversidad... ¡buscar una salida!
Las dos hermanas, Alejandra y Cristina, llegaron a Santa María de la Cabeza con su experiencia y un producto que parece haber gustado mucho: veinte sabores de croquetas que pueden salvar a esta familia de la quiebra. "Estamos muy contentas porque el negocio va bien, y solo llevamos desde julio", nos cuenta Alejandra. Ahora, 'Las crocketas de Ales' ya se han hecho con parte de la clientela. Parece que su sueño, ahora sí, se va cumpliendo.
Adaptarse a los cambios
Unos llegan en busca de una salida... y otros se adaptan a los cambios. El ingenio es la única manera de sobrevivir ante un enemigo fuerte. Y es lo que han hecho Arturo y Alberto.
Arturo Belchí lleva quince años en el sector de la hostelería. Primero como cocinero en infinidad de restaurantes y más tarde, como empresario de su propio negocio de comida para llevar. Este cartaginés que ya lleva media vida en Madrid prepara los platos en directo, en el mercado. A veces le puedes ver comprar entre los puestos los ingredientes que va a utilizar, y creó un grupo de whatsapp con sus clientes para pasarles el menú diario. Tiene cerca de 800 contactos en el grupo. 166 los ha incluido desde que empezó la pandemia.
Pero Arturo, que lleva en el mercado cuatro años, crecía gracias a las oficinas. Y con la pandemia, casi el 90% de sus fieles clientes desaparecieron de golpe. El teletrabajo le arrebató todo lo que había construido durante tanto tiempo. Y la necesidad hizo que buscara nuevos clientes en el mismo barrio, un trabajo lento, que le obliga a ir probando, a cambiar de menús, a buscar ese 'producto' estrella que pueda salvar su negocio. "Antes por ejemplo se llevaban muchas empanadillas, que es mi plato estrella, y hasta se las iban comiendo de camino a la oficina. Y ahora vendo más costillas, y he añadido platos nuevos que están gustando, como el quiche o las croquetas".
Solo en 'no-ventas' de torrijas por la cancelación de la Semana Santa el año pasado, Arturo calcula que perdió 1200 euros. Las vendía a 1,20.
¿El futuro? "Probar y buscar productos que gusten. Habré recuperado un 30% de lo que perdí y quizás apostar por el servicio a domicilio".
Sea como sea, la solución nunca pasa por rendirse, sino por avivar el ingenio y buscar alternativas. Alberto Sánchez, el zapatero del mercado, puso en marcha una iniciativa solidaria para darse a conocer algo más: durante el mes de diciembre, ayudaría a todos los hosteleros de Madrid afilando gratis sus cuchillos. La propuesta se difundió por todos los medios, y Albertos tuvo que quedarse durante la Navidad hasta bien tarde para afilar sin coste cerca de 300 cuchillos.
Al mismo tiempo, comenzó a añadir a su negocio otros artículos: "He empezado a incluir menaje, bombillas, pequeños electrodomésticos"... Así que ahora, junto a las llaves para hacer copias y el betún para zapatos, podemos encontrar desde un molde para repostería hasta unas tijeras de pedicura.
"Es que se habla mucho de los daños en la hostelería, pero nadie habla de los zapateros, que hemos perdido hasta un 50% de los ingresos, porque con el teletrabajo ya nadie sale de casa... ".
Alberto tuvo que cerrar dos meses, justo al principio del confinamiento. Después fue padre en Mayo. Tal vez esa nueva vida le hizo pensar en cómo salir adelante. Otro superviviente de los muchos que busca en el mercado y en el barrio su tabla de salvación.