Una noche como la de hoy, el 12 de agosto de 1961, Berlín quedó dividida por un muro que partió la ciudad dejando miles de víctimas y sufrimiento durante 28 años.
Ese mismo día, una muralla de alambre y hormigón de 156 kilómetros se levantaba, partiendo familias enteras en dos durante más de treinta años.
El escritor y bibliotecario del Instituto Cervantes de la capital alemana, Sergio Campos, recoge en su libro ‘En el Muro de Berlín’ la memoria de las víctimas.
“Cambiar de acera suponía un delito castigado con un tiro en la cabeza”, cuenta Campos.
La intención de construir esta franja era evitar todo contacto entre los vecinos de la capital dividida en la zona oriental y occidental, pero también levantar una barrera simbólica entre dos Europas, la de las democracias capitalistas liberales, y las sometidas al comunismo de la Unión Soviética.
Se desconoce el número exacto de víctimas mortales 61 años después. La siniestra tapia se convirtió también en una franja de muerte también para los niños.
"Hubo niños que murieron ahogados en el río. Estaban jugando en la orilla, cayeron al agua y la gente que se acercó no pudo salvarlos porque existía el peligro de que viniera una patrulla y disparara sobre ellos pensando que pretendían huir", explica Campos.
Tras más de tres décadas dividiendo la ciudad, la población alemana derribó en noviembre de 1989 el Muro de Berlín, dando comienzo a la reunificación alemana.