La sequía y la mala cosecha han disparado el precio del aceite de oliva. Y la principal consecuencia es que su consumo ha descendido un 35% en el último año. El descenso de la demanda evita problemas de abastecimiento ante la drástica caída de la producción.
Este año se espera que la producción llegue 670.000 litros cuando lo normal es un millón y medio. Así se ha reducido a menos de la mitad, en un contexto además de alta inflación, con los costes de producción disparados.
Todo ello, ha provocado un aumento de precios para el consumidor final, lo que ha repercutido en una caída del consumo de hasta un 35%. Y no sólo en el mercado interno. También las exportaciones de aceite de oliva han caído un 35% la exportación.