Poco a poco nos vamos acostumbrando a una 'nueva normalidad' asentada en normas como el distanciamiento social y el uso de la mascarilla. Pero en el caso de las personas invidentes, todo se complica. Acompañados muchas veces por sus perros guías, los animales, a pesar de estar preparados para salir a la calle, no entienden de distancias sociales ni son capaces de leer los letreros informativos.
La dificultad de calcular la distancia social
Lo cierto es que vivir sin ver ya es difícil de por sí como para restar además otro sentido: el del tacto. Las personas invidentes no pueden leer ni calcular la distancia de seguridad, pero además, si les obligan a llevar guantes, les restan su sentido más importante a la hora de reconocer objetos y personas.
Sin duda, para todos ellos es muy difícil evitar tocar barandillas o cualquier objeto que les sirve de referencia en su día a día. Como nos ha contado Alejandro, invidente acostumbrado a moverse con soltura por Madrid gracias a su perro guía. Sin embargo ahora la distancia social se ha convertido en un problema. Ni él ni su perro son capaces de calcularla, a pesar de un dispositivo que lleva en las gafas y que es capaz al menos de leer letreros y reconocer cuándo tiene cerca una persona.
En el caso de los vendedores de cupones de la ONCE, por ejemplo, confiesan que no pueden trabajar con guantes, ya que el tacto es la única herramienta que poseen para reconocer las moneas.