El guión de la Final de la Copa Chenel no pudo tener mejor argumento. Plaza casi a reventar, tres toreros con sus armas y a por todas y seis toros de los hierros de Adolfo Martín y José Vázquez con altos niveles de casta e interesante juego.
Y un triunfador claro con el futuro más prometedor si el próximo año las empresas apuestan por él. Fernando Adrián, un torero olvidado por el sector, parado durante años que ha asomado la cabeza a lo largo de este certamen para reivindicar que tiene merecida su conformación de alternativa en Madrid y cabida en las grandes ferias.
El madrileño cuajó una tarde completa en la final de Cadalso de los Vidrios, cortó tres orejas y salió a hombros de la Monumental Metálica tras recoger el trofeo obra de Puentes Jerez y el capote de paseo donado por el sastre Carlos Galván.
Adrián comenzó a comentar su triunfo con su primer toro de Adolfo Martín, un ejemplar de pobre cara que embistió con ritmo y humillación, especialmente por el pitón derecho. Cuando el de Torres de la Alameda le cogió el punto a la embestida, llegaron dos tandas de redondos largos, suaves, pero a la vez mandones y profundos. Todo preñado de una pureza a la hora de la colocación y del medio pecho ofrecido al toro. Al natural le obligó mucho enganchando muy adelante la embestida del ‘Adolfo’ para despedirlo más allá de la cadera. Pinchó antes de la estocada y, aunque se le pidieron las dos orejas, el palco solo concedió una.
Donde si llegó el doble trofeo fue con el quinto de José Vázquez, un toro que rompió a bueno por la forma de colocarse y citar de Fernando Adrián. Cuando lo tuvo metido en el canasto, llegaron los mejores pasajes. Toreó con encaje y firmeza demostrando que su candidatura a la Copa Chenel estaba, a esa hora de la tarde, muy cerca de ser la triunfadora. Encontró hueso de nuevo antes de la estocada final y el palco concedió esta vez las dos orejas pedidas por lo tendidos de la Monumental Metálica.
Fernando Robleño cuajó una actuación casi perfecta a su primer toro de Adolfo Martin, un astado serio de cara y encastado que pedía todo por abajo y no permitida ninguna duda porque si no, reponía una barbaridad. Limó asperezas el torero madrileño hasta robarle varias tandas de mucho mérito alargando el viaje del toro. La oreja supo a premio de ley.
El cuarto lució el hierro de José Vázquez, de hechuras muy ‘zalduendas’, El animal del hierro colmenareño tuvo mejores comienzos que finales. Mientras le duró la correa, se gustó Robleño, especialmente en una primera tanda por el pitón derecho donde firmó un muletazo en redondo soberbio, reduciendo la embestida del toro, abandonándose en el trazo y ligando después el pase de pecho de pitón a rabo. Pero después, pese al buen concepto de Robleño la faena no terminó de conectar con los tendidos y el toro comenzó a aburrirse. Para terminar de desbaratar todo, Robleño no lo vio claro ni con la espada ni con el descabello, llegando a sonar dos avisos.
También cortó su oreja Jesús Enrique Colombo al tercero de la tarde, un toro cuajado de carnes y sería cabeza. Pese a su tonelaje y mansedumbre en el caballo, el toro tuvo un buen fondo de nobleza por ambos pitones. El venezolano, que protagonizó un vibrante tercio de banderillas, toreó con largura y temple al natural, por donde dejó los mejores momentos de una faena que no tuvo la misma continuidad por el derecho. Todo lo igualó Colombo con un gran volapié.
El sexto de Adolfo fue un astado que fue de más a menos con el que Colombo volvió a demostrar grandes facultades físicas en banderillas y que sabe manejar la muleta con soltura y facilidad. Lo mejor de nuevo llegó con la espada. Tras un pinchazo en la suerte de recibir, tumbó al toro de otro perfecto volapié en el mismo hoyo de las agujas.