El valenciano Román, que paseó una oreja, y el madrileño Francisco José Espada, a quien se la negó la presidencia, hicieron este miércoles un despliegue de entrega en la decimotercera corrida del abono de San Isidro, la que marcó el ecuador de la feria madrileña.
Más allá de los matices, y de los distintos aciertos y errores de sus faenas, ambos no regatearon esfuerzos ante una corrida de dos hierros distintos en la que hubo toros complejos, pues casi todos apuntaron buen fondo pero con una falta de mayor empuje que les restó claridad y opciones en el último tercio.
El primero de Román, un serio pero muy bien hecho castaño, fue el de mayor calidad y clase, aunque estaba lastrado por cierta debilidad de remos que desaconsejaba las exigencias con que lo trató el valenciano, que apenas pasó de mostrar así su buena actitud.
Claro que, con esa mentalización, lució más con el quinto, un hondo toraco de Montalvo que tuvo ante la muleta un comportamiento muy poco definido, alternando buenas arrancadas con un constante y frenético cabeceo ante el que Román nunca volvió la cara ni aflojó las zapatillas de la arena.
Fue el suyo un auténtico y largo esfuerzo, aguantando toda esa brusquedad en un pulso de voluntades, aun a sabiendas de los riesgos de tan alocado comportamiento del astado salmantino.
Y como además lo mató de una buena estocada, el premio de esa oreja para el levantino estuvo más que justificado.
Como también lo estaba la que le pidieron con mucha fuerza a Francisco José Espada de su primero, y que le negó injustamente la presidencia, sobre todo por que, más allá de otras consideraciones, la mayoría de pañuelos fue evidente.
Ese tercer toro, aun sin acabar de descolgar sus embestidas, tuvo al menos una clara nobleza que el torero de Fuenlabrada quiso encauzar en busca de la ligazón y desde la máxima quietud, aunque también con cierta ligereza de muñecas, en un trasteo muy jaleado hasta las apuradísimas bernadinas de remate y la estocada delantera con que lo tumbó.
Sin premio, por tanto, Espada también puso toda la carne en el asador con el serio sexto, al que cuajó un soberbio inicio de faena que incluyó tres largos y mecidos derechazos con las dos rodillas en tierra, antes de que el de Algarra comenzara a rebrincarse.
Pero, dándole un tiempo preciso y necesario entre los pases, el madrileño le ayudó a asentarse y pudo trazarle excelentes naturales antes de meterse entre los pitones, ya con el toro muy a menos, aun a costa de que este le levantara los pies del suelo, solo que esta vez la oreja se la negó él mismo con la espada.
El cartel lo abrió el mexicano Octavio García "El Payo", que tanto con el noble primero de Algarra como con el manejable y aplomado cuarto de Montalvo mantuvo las mismas precauciones, sin decidirse nunca a dar el paso adelante, y sin el aguante ni el mando necesarios para sacar de ambos un mínimo partido.
FICHA DEL FESTEJO
Cuatro toros de Luis Algarra, muy bien presentados y con seriedad en las cabezas, en general con buen fondo aunque a falta de mayor empuje y entrega, y dos de Montalvo (4º y 5º), que remendaron la corrida titular, también de buena presencia y que se defendieron sin clase.
El Payo, de añil y oro: estocada baja (silencio); pinchazo, media estocada perpendicular atravesada y descabello (silencio tras aviso).
Román, de plomo y oro: estocada perpendicular (ovación); estocada (oreja).
Francisco José Espada, de azul noche y oro: estocada delantera (vuelta al ruedo tras fuerte petición de oreja); pinchazo, estocada baja enhebrada y estocada tendida (silencio tras aviso).
Entre las cuadrillas, José Chacón destacó en la brega del cuarto y David Prados picando al sexto.
Decimotercer festejo de la feria de San Isidro, con dos tercios del aforo cubiertos (18.224 espectadores, según la empresa), en tarde nublada y fresca.