Los clanes más poderosos de la Cañada Real han trasladado su residencia a Chinchón, a una pequeña urbanización de chálets y viviendas prefabricadas levantadas blanqueando el dinero de la venta de drogas y el suelo rístico. Es uno de los indicios de que el éxodo de este supermercado de la droga, al aliento de la llegada de la piqueta para su desmantelamiento y el rechazo vecinal, ha comenzado.