Desde los atentados el 11 de marzo de 2004, las fuerzas de seguridad han detenido en España a 1.046 presuntos terroristas, en una lucha contra el yihadismo que ha tenido que evolucionar en paralelo a cómo lo ha hecho esta amenaza, que ha pasado de una organización jerarquizada como era Al Qaeda a los impredecibles actores solitarios y a la irrupción de menores.
Son algunas de las reflexiones que expresan responsables de la lucha antiterrorista de la Policía Nacional y de la Guardia Civil con motivo del 20 aniversario de los atentados del 11M en Madrid, que dejaron 193 muertos y más de 2.000 heridos.
Fue la Policía Nacional la que llevó el grueso de la investigación de los atentados del 11-M. Las fuentes consultadas la califican como "muy buena". "Se hizo un buen trabajo y seguimos trabajando para evitar que se produzcan atentados", recalcan.
Y está dando sus frutos. Desde esa fecha, las operaciones antiyihadistas no han cesado. En concreto, los cuerpos policiales han llevado a cabo en territorio nacional 407 actuaciones (52 de ellas en 2017, el año de los atentados de Cataluña) que se saldaron con 1.046 detenidos hasta la fecha.
A ellas hay que añadir 55 operaciones en otros países en las que han participado policías españolas, con un total de 138 detenidos, según los datos actualizados del Ministerio del Interior.
Mejor preparados, pero sin riesgo cero
Los atentados del 11-M y los posteriores, como los de Barcelona, han arrojado lecciones que las fuerzas de seguridad han aprendido. Ahora están mejor preparadas y se ha fortalecido su capacidad de investigación y de inteligencia para poder identificar actividades colaterales que en un momento dado podrían dar lugar a una acción terrorista.
De todos modos, añaden las fuentes de la Guardia Civil, el riesgo cero no existe, pero las fuerzas de seguridad españolas están "evidentemente en mejor disposición" para evitar un atentado "tan complejo como el del 11M", recalcan. "Aprendimos muchas lecciones y las estamos aplicando. El gran valor de cómo estamos ahora luchando tiene que ver en gran medida con las lecciones que hemos aprendido en acontecimientos tan dramáticos como esos atentado", concluyen.
Han tenido también que prepararse más debido a la transformación digital y la proliferación de medios virtuales, por lo que el día a día de muchos agentes de Información conlleva un constante ciberpatrullaje y vigilancia de las redes sociales, hoy el medio para el adoctrinamiento radical, indican las fuentes de la Policía Nacional.
Porque los métodos para la radicalización, añaden las fuentes, han cambiado. En el 11-M la captación de los terroristas fue en una vivienda de la calle Virgen del Coro de Madrid donde se mantenían reuniones y se exponían planteamientos yihadistas. En su sótano se guardaban textos referidos al que fuera líder de Al Qaeda, Osama ben Laden.
Hoy, es en la 'dark web' o internet oscura y en las redes sociales donde se practica un adoctrinamiento que pone en evidencia un importante peligro: puede llegar a miles de personas.
Así que las fuerzas de seguridad han adaptado sus métodos de investigación a esta amenaza, amparados además por una reforma del Código Penal, la de 2015, que les permite investigar de "manera más eficaz y de una forma muy legalista", subrayan las fuentes consultadas.
De la organización jerárquica a un actor solitario
La propia evolución del terrorismo ha obligado a otra en paralelo de la lucha policial.
Se ha pasado de combatir una amenaza muy identificada, como era la del terrorismo doméstico -ETA, GRAPO, Resistencia Galega...- que requería unas pautas de actuación concreta, a luchar contra otro tipo de amenaza como el yihadismo. Es decir, se ha pasado del terrorismo de organizaciones muy jerarquizadas y estructuradas -no solo las domésticas, sino también las de corte islamista como Al Qaeda-, a otro muy atomizado e individualista como el actual de Dáesh.
Hace 20 años, explican las fuentes, Al Qaeda tenía una organización "muy determinada" y sus objetivos también lo eran; nunca atacaba a musulmanes. Su diana era Occidente, un enemigo lejano.
Dáesh, por el contrario, "no distingue a su enemigo. Hace la yihad global con todos los medios, lo que les hace más peligrosos y más impredecibles". Es el lema ya conocido de "golpea donde puedas y con lo que puedas". Uno de los expertos consultados concluye: "La foto fija de las organizaciones terroristas de 2004 y la actual son totalmente diferentes. Eso ha motivado que necesariamente hayamos tenido que evolucionar. Y sí, hay un antes y un después del 11M".
2004 supuso un punto de inflexión, no solo en cuanto a la dotación de medios materiales y de recursos humanos más cualificados para las fuerzas de seguridad, sino también en la concienciación de la sociedad de que ese fenómeno, el terrorismo yihadista, estaba presente y, además, actuaba con una especial virulencia, apostillan los expertos.
Como consecuencia de todo ello, la coordinación interna de las fueras de seguridad se reforzó, como también la cooperación internacional.
La irrupción de los menores en la yihad
Tanto la Policía Nacional como la Guardia Civil están centradas en estas amenazas terroristas, en especial en Dáesh pero también con los ojos puestos en una nueva "filial", el IS-KP, la rama afgana del ISIS que ya está actuando en Europa con acciones en Austria y Alemania, sin olvidar el Sahel.
Preocupan, y mucho, los actores solitarios, radicalizados sin ni siquiera acudir a lugares de captación. Pero sobre todo preocupa la irrupción de menores en la yihad, cada vez más jóvenes.
Y preocupan no solo por el incremento de los detectados, sino por su peligrosidad. "Son chavales que no han terminado su proceso de maduración y no se sabe cuándo pueden actuar", dice uno de los expertos.
Otro de los investigadores insiste en que no hay que olvidar que España, como cualquier otro país de su entorno, puede ser "receptor de un atentado complejo" organizado por alguna célula con un método que requiera cierta preparación y logística.
No hay que descartarlo, por tanto, pero la "fotografía" de la amenaza actual es la de un actor solitario que, sin haber salido de territorio nacional, se radicaliza de forma individual y que puede actuar con medios simples pero muy letales.
Una amenaza más "impredecible" y "discreta" y difícil de detectar ante la ausencia de actos preparatorios.