El Papa ha reivindicado una fe que no esté "corroída por la costumbre" al rechazar la "admiración mundana" y ha instado a los fieles a acoger a los "descartados" y "humillados" porque en ellos está Jesús.
Así lo ha puesto de manifiesto durante la misa del Domingo de Ramos que se ha transformado en un acto muy reducido y sobrio por las disposiciones sanitarias ante la pandemia.
"Con la gracia del estupor, entendemos que, acogiendo a quien es descartado, acercándonos a quien es humillado por la vida, amamos a Jesús. Porque El está allí, en los últimos, en los rechazados", ha señalado el Papa en una insólita misa del Domingo de Ramos sin procesiones en las calles y casi sin feligreses.
Y ha señalado: "Ningún mal, ningún pecado tiene la última palabra. Dios vence, pero la palma de la victoria pasa por el madero de la cruz".
En la Basílica de San Pedro, casi vacía, solo adornada con un sencillo olivo, tan solo había espacio para unas 150 personas en los bancos predispuestos ante el altar de la Cátedra, donde se celebrarán todos los actos litúrgicos del Triduo Pascual, de mucho menor espacio que el altar de la Confesión donde se hacían tradicionalmente. "La vida cristiana, sin asombro, es monótona", ha dicho el Pontífice.
Así, ha lamentado que a veces la fe está "corroída por la costumbre" y ha tratado de dar con las causas de esta actitud: "Tal vez porque permanecemos encerrados en nuestros remordimientos y nos dejamos paralizar por nuestras frustraciones. Tal vez porque hemos perdido la confianza en todo y nos creemos incluso fracasados".
"Pero detrás de todos estos, tal vez está el hecho de que no nos hemos abierto al don del Espíritu, que es Aquel que nos da la gracia del estupor", ha añadido.