En los palacios del Madrid de principios del siglo XX era muy habitual que se sirviera pularda para las cenas. Ahora, en pleno siglo XXI, este plato palaciego se transforma en una tosta de pularda acompañada de berros, grosella y una compota de higos. Nos lo cuentan en la Fundación Lázaro Galdiano, un antiguo palacio convertido en museo.