San Isidro va camino del ecuador y tiene ya mucho contenido para repasar cuando llegue el 16 de junio. Quizá una de las fechas escogidas para el anecdotario era la de ayer. 100 años se cumplían de la presentación de los toros de Albaserrada en Madrid y Simón Casas quiso conmemorarlos anunciando un encierro de Victorino Martín. No fue una corrida deslumbrante por su trapío, pero algún toro sí que se deslizó con las características propias que durante años engendró el viejo ganadero en su laboratorio de Portezuelo.
La tarde iba camino del petardo, no por culpa de los grises, hasta que saltó al ruedo el toro Director. Emilio de Justo, que apostó muy fuerte en la feria y que pagó con Jandilla su descafeinada puerta grande en otoño, decidió sacudirse el complejo y mostrar que puede ser torero de Madrid para muchos años. Se abrió de capa y recetó un puñado de verónicas lentas, sometidas y emocionantes. Lo mejor fue la media, enganchada, llevada y rematada detrás de la cadera. Un monumento.
En banderillas, su lidiador Ángel Gómez colocó al toro con mucha solvencia, siempre en el momento justo. A la hora de cerrar al toro, se tropezó y quedó a su merced. Un aparatoso revolcón del que se levantó sin mirarse para completar su tarea. Madrid se puso en pie. Antes de volver a su localidad ya estaba Emilio de Justo en los medios con la muleta en la izquierda. Se aprovechó del fervor y, con el pecho por delante y la suerte cargada, toreó al natural con pasión. Con la derecha, encajado y desmayado el torero. La sensación en la plaza fue intrigante. A Emilio no le importaba ayer ir al hule. Aguantó parones, miradas y alguna tarascada. Incólume, tiró la moneda y salió cara. La Madrid más exigente terminó por entregar su afición al torero extremeño. Se fue detrás de la espada abandonando cualquier tipo de instinto de conservación. Ejecución proverbial y desprendida colocación. Una oreja de verdad. Indiscutible. Emilio de Justo entró ayer en Madrid.
Completaron el cartel Octavio Chacón y Daniel Luque. El último pudo esbozar algún pase suelto templado y brillante, pero todo quedó ahí. Con el quinto, Madrid no le echó cuentas y él tampoco se confió en exceso con un toro que vendía caras sus embestidas. Por su parte, Octavio Chacón completaba su segundo paseíllo de los tres que tiene anunciados en la feria. Le pesó el compromiso. Su faceta de lidiador se ha comido al personaje y le ha maniatado y desprovisto de soltura y elegancia. Pasó por delante de él un lote antagónico. Primero, una alimaña con aviesas intenciones. En cuarto lugar, un cárdeno que se desplazó con boyantía y que descubrió al torero. Le queda la tarde de Cuadri para resolver una papeleta que, de momento, tiene mala pinta.
Esta tarde, evento histórico que paralizará el toreo y tendrá a la afición pendiente de lo que pase en Las Ventas. El bombo unió a Roca Rey y a Adolfo Martín. El destino y el viento tendrán la última palabra. Le acompañarán Manuel Escribano y Román.
Julio Martínez