11 de julio de 2010. Estadio Soccer City de Johannesburgo. Fecha y escenario imborrable para la historia del fútbol español. Este sábado se celebra el décimo aniversario del día en que la Roja alcanzó la cima del mundo.
España, tras noventa años de sinsabores, de encadenar decepciones y frustraciones, se proclamaba por fin campeona mundial. Un gol de Andrés Iniesta a los 116 minutos, con un disparo cruzado, sellaba el 1-0 sobre Holanda que coronaba a una generación dorada que 'levantó' Luis Aragonés para devolverla al cetro europeo dos años antes en Viena y que después guió con su templanza Vicente del Bosque.
Era un colofón a un Mundial al que España llegaba por una vez como sólida favorita. Resguardada en el título europeo obtenido en la capital austríaca, pero sobre todo en su fútbol combinativo que lideraban futbolistas como Xavi Hernández e Iniesta y por un grupo convencido de su modelo.
Fue el fin de fiesta glorioso a un torneo que empezó mal el 16 de junio de aquel 2010. España tuvo un inicio decepcionante en el bonito estadio Moses Mabhida de Durban. Derrota inesperada ante Suiza (0-1) con un gol casi de rebote de Gelson Fernandes.
De nada le valió al conjunto de Vicente del Bosque dominar y dominar, controlar y controlar, presionar y presionar. Derrota y se encendieron las alarmas. Se trató de un accidente futbolístico. Incluso se le cuestionó al seleccionador el porqué formar con un doble pivote con Sergio Busquets y Xabi Alonso.
Fue algo innegociable para el técnico salmantino, cuya defensa al centrocampista azulgrana fue tan sencilla, templada, como contundente. Los internacionales españoles se conjuraron a partir de aquel momento, mantuvieron la confianza en un modelo y un estilo que estaba fuera de toda duda y, pese al incremento de presión, todo cambió en cuanto a resultados.
David Villa emergió en su faceta de gran goleador de la historia de la selección. La resurrección, el despertar de la Roja, fue un hecho. Lo corroboró un doblete ante Honduras del asturiano en el estadio Ellis Park, en el que la mítica selección sudafricana de rugby y Nelson Mandela celebraron el título mundial en 1995.
Y se confirmó con el pase a octavos tras ganar a Chile en el Loftus Versfeld de Pretoria (2-1). Villa, de nuevo, e Iniesta firmaron el difícil triunfo ante la Roja sudamericana que dirigía el argentino Marcelo Bielsa.
La andadura española no fue ni mucho menos fácil a partir de ahí. Resolvió todos sus encuentros por 1-0, con muchos más apuros que lo que su fútbol y su mando en los partidos decía.
Villa ajustició a la Portugal de Cristiano Ronaldo en octavos en Ciudad del Cabo y en Ellis Park a Paraguay en cuartos, aunque ante el cuadro de Tata Martino la figura de Iker Casillas fue determinante, al detener un penalti a Óscar Cardozo con 0-0 en el marcador.
Superado ese histórico escollo de cuartos de final, que en la Eurocopa habían rebasado tras la tanda de penaltis ante Italia, los jugadores de Del Bosque se liberaron aún más. Crecieron incluso. En la semifinal, ante la todopoderosa Alemania de Joachim Löw, otra vez en Durban como sede, cuajaron el mejor encuentro del torneo.
España fue un vendaval futbolístico que minimizó durante buena parte del encuentro a un equipo tan potente como el germano, que había dejado en la cuneta a Inglaterra y a la Argentina de Leo Messi, a ambas por goleada.
Mereció un resultado más amplio España, pero le valió con un remate de cabeza a un córner botado por Xavi Hernández de Carles Puyol. Una jugada que ya ambos habían practicado en el Barcelona. Y con éxito. El gol conseguido a los 73 minutos otorgó la recompensa merecida y ansiada tras tantos años.
España se metía en la final, que se disputaría cuatro días después, con otra eterna aspirante, pero con mayor experiencia en estas lides, como Holanda. 84.490 espectadores in situ, con mayoría de seguidores de la oranje, pero todo un país detrás arropando a Del Bosque y sus chicos.
El fútbol estuvo con España ante una Holanda desconocida, que tuvo que recurrir en más de una ocasión a las brusquedades para frenar a un rival superior -como la patada en el pecho de Nigel de Jong a Xabi Alonso-, aunque fueron suyas las oportunidades más claras.
Ahí de nuevo apareció Iker Casillas, sobre todo en una a los 62 minutos en la que, milagrosamente, sacó su bota derecha para salvar un mano a mano con Arjen Robben, al que arrebató otro balón cuando trataba de rebasarle.
No podía ser de otra forma. Dramatismo elevado a la enésima potencia. Ni el fútbol de España ni las contras holandesas pudieron desnivelar el partido, que marchó a la prórroga. Tampoco esta provocó desequilibrio hasta que llegó la jugada del minuto 116, en la que fueron también protagonistas los tres hombres que partieron desde el banquillo, Jesús Navas, Fernando Torres y Cesc Fábregas.
Puyol se hizo con un balón junto al borde derecho del área de España, envió a Jesús Navas. Éste, tras driblar a un oponente sobre la línea de banda, emprendió una de sus habituales galopadas por la derecha hasta cruzar la medular y ser perseguido por cinco rivales, que acabaron por robarle el balón.
Iniesta apareció en escena en ese momento para, de tacón, enviar a Cesc, este de nuevo a Navas, quien entregó el esférico a Torres, éste ya en la zona izquierda del ataque. El delantero madrileño decidió mandar al área ante la entrada de Iniesta, pero Rafael van der Vaart, metido a labores de lateral zurdo, cortó la acción.
Con la fortuna para España de que fue a parar a Cesc. El exazulgrana, actualmente en el Mónaco, vio libre a Iniesta que, habilitado por Van der Vaart, enganchó un derechazo cruzado que superó a Maarten Stekelenburg y encumbró el sueño de un equipo, de numerosas grandes generaciones de futbolistas que no encontraron la recompensa y de todo un país.