A Antoine Griezmann se puede ver, tocar, admirar. Su sonrisa es la de un niño, la de un principito. Celebró a lo grande su partido 300 en Primera División, le dio el primero a Kalinic para poner el 0 a 1 en el marcador.
Después provocó el penalti que él mismo se encargó de transformar y lo celebró con su bailecito. Ese baile que tanto entrena y tan bien le sale.
Traje de faena
No estaba siendo su mejor temporada ni mucho menos, por eso se afeitó, se puso el traje de faena y sacó su zurda precisa y talentosa para marcar y llevarse la victoria.
El francés se ha puesto en modo crack, y para acabar su semana fantástica se ha ido a EEUU a presenciar la NBA, una de sus pasiones.