A Amílcar lo despertaron las sirenas antiaéreas la madrugada que cumplió 20 años. Es de Móstoles y juega al fútbol en Poltava, cerca de la frontera de Ucrania con Rusia.
Vive con lo puesto en el piso de un compañero brasileño. Solo puede huir por carretera, pero no tiene carné de conducir. La frontera con Polonia está a casi 20 horas, pero solo dan 20 litros de combustible por coche.
La embajada le dice que si llega a Kiev, tal vez pueda meterse en un convoy con otros refugiados españoles. Pero también le dice que el camino de Poltava a Kiev es muy peligroso y puede ser bombardeado.
En Móstoles su familia está asustada. Su padre Amadou huyó de la guerra de Guinea Bissau para que Amílcar pudiera ser futbolista y viviera en paz.