El periodista Nico Abad nos habla de Miguel Hernández, el pastor que quiso ser poeta. Su historia está muy ligada a la de otro gran poeta: Federico García Lorca. Un buen día escribió su primer libro: Perito en Lunas. Admiraba tanto a
Lorca que le envió un ejemplar.
Lo que no sabía Miguel es que Lorca no leía nada de ningún otro poeta porque no quería perder la originalidad. Así que Miguel, viendo que no le contestaba le escribió bastante cabreado y le dijo cuatro cosas muy gordas. Lorca le bajó los humos, y empezó una de esas trifulcas entre escritores que tanto nos gustan.
Un día, Lorca llamó a Vicente Aleixandre para decirle que iba su casa para leer su última obra, La casa de Bernarda Alba. En aquella época, la vida de los poetas giraba alrededor de la casa de Aleixandre. Cuando Lorca se enteró de
que Miguel estaba allí, le dijo que no iba. “Entonces, ¿qué puedo hacer yo?”,preguntó Aleixandre. “Échalo”, contestó Lorca. Como Vicente no echó a Miguel, Federico no fue, a pesar de las insistencias del anfitrión.
Después estalló la Guerra Civil y el final de Miguel Hernández no fue precisamente de película. Pero esa, es otra historia…un gran trabajo y lo firmó con el nombre de su hijo Fernando. Por supuesto, ganó. El público se quedó to’picueto cuando subió a recoger el premio, cogido de la mano de su madre, ¡un niño de cinco años!