Es habitual encontrar estatuas a generales, reyes y poderosos políticos, pero aquí nos encontramos con la estatua de un simple y modesto cabo. La estatua tiene una épica impresionante. Os presentamos al Cabo Noval. Dejó de ser cabo y de ser todo en 1909. Entonces España tenía sus más y sus menos en sus posesiones en el norte de África. Había mucha oposición bélica a la presencia de nuestras tropas. Durante una confusa escaramuza, el cabo Noval fue capturado por los insurgentes. Descubrió con espanto que querían utilizarlo para hacerse pasar por españoles y atacar su destacamento por sorpresa. El cabo podría haber salvado la vida aprovechando la confusión del momento pero gritó: "¡Tirad, que vengo entre moros! ¡Fuego! ¡Viva España!".
Los soldados se dieron cuenta de la estratagema y dispararon contra los insurgentes evitando la catástrofe pero de paso matando también al Cabo Noval. El chico tenía madera de soldado. Y hoy está inmortalizado en piedra.