El presidente de EE.UU., Donald Trump, ha dado rienda suelta en 2018 a sus instintos más nacionalistas, con medidas como la retirada del acuerdo nuclear de Irán y la guerra comercial con China, mientras perdía apoyos en el Congreso y asistía con frustración al avance de la investigación de la trama rusa.
Más cómodo en la Casa Blanca en su segundo año en el poder, Trump remodeló su equipo para purgar las voces disonantes respecto a su polémico estilo de Gobierno, y ese giro se notó sobre todo en el plano internacional, con decisiones como la retirada de EE.UU. del pacto nuclear con Irán y del Consejo de Derechos Humanos de la ONU.
Trump también reemplazó en marzo a su asesor económico, Gary Cohn, que se oponía al plan del mandatario de imponer aranceles a las importaciones de acero y aluminio a nivel global, y pocas semanas después entró en vigor esa controvertida medida.
En julio, Trump lanzó además una guerra comercial con China en la que ha impuesto aranceles a la mitad de los productos que EE.UU. importa anualmente del gigante asiático, un gesto que impregnó de incertidumbre los mercados incluso después de la tregua de 90 días que alcanzó en diciembre con el presidente chino, Xi Jinping.
Aunque Trump se anotó un logro al firmar en noviembre un renovado pacto comercial con México y Canadá (llamado T-MEC), la imposición de aranceles al acero y el aluminio empañó la relación de EE.UU. con socios tradicionales como la Unión Europea (UE) o Japón, como dejó patente la tensa cumbre del G7 en junio.
Ese descalabro de las alianzas clásicas coincidió con un intento de Trump de tender puentes a dos naciones históricamente enfrentadas con Estados Unidos: Corea del Norte y Rusia.
Su cumbre de junio con el líder norcoreano, Kim Jong-un, remató un insólito acercamiento entre dos países que unos meses antes se habían amenazado mutuamente con la aniquilación, aunque el proceso iniciado en Singapur se estancó rápidamente ante las diferencias sobre cómo implementar la desnuclearización de Corea del Norte.
Un mes después, Trump se reunía en Helsinki con el presidente ruso, Vladímir Putin, y desataba una fuerte polémica en Estados Unidos al dar por buena su garantía de que Rusia no interfirió en las elecciones de 2016, algo que luego intentó matizar.
La investigación sobre la trama rusa fue la principal fuente de dolores de cabeza de Trump en 2018, un año que termina con la indagación de Robert Mueller aparentemente cercana a su fin.
La frustración de Trump por esa pesquisa repercutió en el despido de su fiscal general, Jeff Sessions.
El mayor logro del presidente en el plano nacional en 2018 estuvo probablemente en la aprobación del juez que nominó para el Supremo, Brett Kavanaugh, después de una intensa batalla en el Senado debido a varias acusaciones de abuso sexual en su contra.
A nivel legislativo, en cambio, Trump no tuvo ninguna victoria tan clara como la de 2017, cuando firmó una reforma fiscal dirigida a recortar los impuestos a las grandes empresas.
Las cosas serán aún más difíciles para Trump a partir de enero, cuando el Congreso quedará dividido en un Senado controlado por los republicanos y una Cámara Baja en manos de los demócratas.
La oposición ganó el control de ese hemiciclo en las elecciones legislativas de noviembre, consideradas tradicionalmente como un referéndum sobre el presidente en ejercicio, pero Trump no quiso hacer examen de conciencia tras los comicios y confió en llegar a acuerdos con los demócratas.