Se llama Mario Enzo y unos niños le reventaron la función que representaba en la calle ante la pasividad de los padres. "¿Qué mierda tenéis en la cabeza?", dice en un duro video publicado en las redes sociales.
Con tremendo enfado cuenta: "Hoy estaba actuando en la calle y los niños han empezar a pegar al títere, a insultarle, a hacer de todo lo que se les ocurriera. Uno se ha quitado un moco y se lo ha pegado. Me he quedado muerto". Y lo peor dice es que ningún padre intervino para recriminar el comportamiento de los pequeños, denuncia.
A ellos, Mario se dirige y les responsabiliza de lo ocurrido. "Es tu hijo y hay que cuidarlo y educarlo porque está en una sociedad con más personas. Alucino", les espeta.
Mario ha estado en el programa de Telemadrid 'Juntos'. Allí, más calmado ha explicado que este comportamiento "no es excepcional" y ocurre a menudo en muchos otros sitios. Esta vez llegó a parar la función hasta tres veces para recabar la atención de los padres pero ninguno intervino ni regaño a sus hijos.
La pregunta que surge ante su denuncia es si los padres estamos siendo demasiados permisivos con nuestros hijos, si estamos poniendo límites a sus comportamientos. Mario, en el video es más directo y contundente. "¿Pero qué mierda estamos creando aquí?", se les escucha decir.
Y lo dice porque esta situación forma parte de su día a día. Se lo encuentra en muchos sitios. Esta vez fue a más y tuvo que parar el espectáculo tres veces. No sirvió de nada ante la pasividad de los padres que no intervinieron. Hay padres que dejaron a los pequeños en la función y se fueron "al bar de al lado a tomar una cerveza", dice.
A su pregunta, la respuesta de algunos madrileños es clara. "Si. en realidad, mandan los hijos. Está llegando a un punto que hacen lo que les da la real gana", dice otra mujer .
Ejemplos estos que responden a la denuncia que realiza la psiquiatra infanto juvenil, María Velasco, en el libro "Criar con salud mental", sobre la educación que estamos dando a nuestros hijos.
Según la terapeuta, vivimos en una sociedad muy individualista, en la que las familias están cada vez más alejadas. "Buscamos atajos y apaños, y damos a nuestros hijos horas de pantallas, juguetes o planes desmesurados" para intentar compensar la falta de tiempo en la atención o en los cuidados, así como les recompensamos con la sobreprotección o con una crianza negligente.
Se refiere, en su libro, la terapeuta a la falta de capacitación de los menores para sobrevivir en la vida debido a la necesidad de ser todos "súper felices". "Nadie quiere sentir una emoción que no sea agradable, no les enseñamos que la tristeza, la rabia o la frustración son emociones que hay que sentir y aprender a gestionar; las taponamos y las evitamos", dice. Y advierte: "El objetivo de que nuestros hijos sean siempre inmensamente felices, además de una quimera, puede dañarlos".
Quizás eso es lo que les pasó a los padres de los críos que reventaron el espectáculo a Mario. Ellos, quizás, no saben o no quieren poner límites a sus hijos. Lo mismo que les pasa a multitud de otros padres que se pasan el tiempo de juego de sus hijos en los parques infantiles enganchados al móvil o hablando entre ellos, en lugar de estar atentos a sus andanzas.