Tanto el ser humano como los animales tienen que adaptarse a los imprevistos de la existencia. El instinto de supervivencia determina la evolución de las especies.
Para Alicia López, de no haber sido así, el ser humano no habría llegado hasta aquí. La mayor parte de nosotros desarrollamos esa capacidad de adaptación y solo hay un pequeño número que no lo consigue. El instinto de conservación está ahí pero también cuenta el motor emocional.
Por otro lado, el cuerpo humano también ha cambiado para adaptarse a las condiciones. Un ejemplo es la pérdida de vello corporal.
Los animales, por sus sentidos, son capaces de percibir cosas que los humanos no, dice Nacho Sierra. En ese sentido, pueden percibir el peligro antes que nosotros. Los animales tienen una capacidad de resistencia muy grande: La hibernación, la migración o las modificaciones genéticas son parte de esa adaptación.